Soy hincha de Nacional. Lo soy desde hace mucho tiempo, pero en el camino me he ido encontrando con personas, enfermas de fútbol como yo, que me han dejado un respiro de cariño hacia otros equipos del país.
Uno es el Cali, porque mi papá se empeñó desde pequeño que fuera hincha del equipo verde del Valle, pero no fue posible, pudo más el amor por Medellín y la tierra. Y el otro es Millonarios, por un viejo amigo que es más que hijo del equipo azul.
Por esa razón, en los últimos años me duele ver el estado en que se encuentra el que fuera en algún tiempo uno de los mejores equipos del mundo. Duele ver que hace 20 años que no gana un título, que sus nóminas son pobres y sobretodo, que sus técnicos no son lo suficiente grandes para la historia.
En este caso, Millonarios tocó fondo con Vanemerack. Referente de una época gloriosa (gracias a la mafia, pero gloriosa) se convirtió en su técnico el año pasado y lo llevó a las semifinales de la Copa Surámericana. Buen comienzo.
Sin embargo, este año, a pesar que Millonarios lleva, digamos, una buena temporada, su comportamiento de patán es indeseable en cualquier cancha del país. Aquí, en Colombia, han existido técnicos infames, solo basta recordar a Luis Augusto García o a Eduardo Pimentel, pero el comportamiento de Vanemerack supera todas las balurderías.
Primero fue la pelea con la prensa. ¿Por qué un técnico, de un equipo popular como lo es Millonarios, se agarra porque le hacen alguna crítica? Es normal de los medios criticar, muchas veces nos pasamos, pero tampoco es para vetar a un medio, y menos a uno tan poderoso como lo es El Tiempo.
Segundo, esa pelea ridícula después del clásico con Santa Fe. Por Dios, se fue a pelear con el árbitro, que tuvo una buena actuación, y después a buscarle camorra a Fernando Castro. Termino con seis fechas suspendido.
Tercero, el Pasto le mete dos goles y él en compensación, destroza a las patadas la puerta del vestuario y dos calentadores del estadio La Libertad. Cómo sería la reacción de gorila, que hasta el Gobernador de Nariño, Antonio Navarro Wolf, lo quiere demandar por daños a un bien público.
Lo peor es que se escuda en su condición de hincha. Así se lo dijo a D’Artagnan en su programa de televisión (en el que se vistió de azul y todo para celebrar la entrevista con el técnico) “Lo que pasa es que yo soy hincha y me duele que no salgan las cosas bien, por eso reacciono”, afirmó.
Eso no es una justificación. Eso es una incitación a la violencia, es una justificación para que los hinchas de Millonarios de las barras bravas, arrasen con cuanta cosa encuentren cuando el equipo pierda “Perdón por desfigurarle la cara, es que somos hinchas y perdimos hoy”.
Este señor es un gamín que no merece estar dirigiendo un equipo decente como es Millonarios ( A pesar de la presencia de Luis Augusto García y aquellas acciones que están en manos de la Dirección de Estupefacientes). Ya lo decía Iván Mejía, por ese equipo han pasado personas muy dignas como don Alfonso Senior, Alejandro Brand, El pipo Rossi, entre otros caballeros, para observar cada ocho días, las patanerías de este gamín en los estadios de Colombia.
jueves, 10 de abril de 2008
martes, 5 de febrero de 2008
La Malasqueña
Este es un pequeño regalo para los hinchas del DIM que visitan el blog, aunque soy claro, no soy hincha del Medellín. Pero eso sí, que el arte viva y este golazo del peruano Eduardo Malasquez frente al Unión Magdalena el 14 de mayo de 1984 merece estar en el blog. La narración es de Jorge Eliecer Campuzano.
Como el dos caras
En 1989, cuando Nacional comenzó a disputar la Copa Libertadores de ese año, no eran muchos los quedaban un peso por el equipo. ¿Por qué? Porque eran puros criollos, algunos de ellos en proceso de formación, que disputaban por primera vez un evento de tal magnitud.
No fue fácil, pero el 31 de mayo de ese año, las cosas se resolvieron a favor propio y nadie olvidará los labios gruesos del Coroncoro Perea besando la base del anhelado trofeo, en el que ese día el Atlético Nacional puso una plaquita con su nombre.
Después vinieron otras copas más. Algunas bien, como la de 1990 y otras mejores, como la de 1995 que nos permitió otra final. Otras pésimas, como la de 2000 en la que no se hizo nada, a pesar que contábamos con Aristi y compañía.
Volvimos en el 2006 y alcanzamos la segunda fase, pero allí Liga Universitaria de Quito liquidó el asunto en casa con un 4-0 que todavía están buscando los jugadores.
Ahora, después de un bicampeonato merecido, nos llega de nuevo la oportunidad de la consagración, pero estamos como aquella vez de 1989, como que no cuaja el asunto.
Quintabani es un excelente técnico en la liga colombiana, ha quedado campeón tanto con equipos grandes como chicos y nadie le puede negar su capacidad de trabajo y de entrega por Nacional.
Sin embargo, cuando sale de la casa, las cosas no salen muy bien. Primero fue con el Tulúa, en el que no logró nada e igual con Nacional el año pasado en la Sudamericana, eliminados por un Millonarios derrotado, que con esa victoria casi consigue hacer un milagro.
¿Hay que ser pesimista? No lo sabemos. Nacional puede seguir cosechando títulos locales hasta la eternidad, pero los hinchas, y eso lo saben todos, quieren y casi suplican un título internacional que tiene un solo nombre: La Libertadores.
Los refuerzos han sido buenos, pero comparando con las salidas, creo que el saldo es negativo: Se fueron Hurtado, Aldo Leao y Aristizábal y fueron reemplazados con Moreno, Arrúa y Villagra.
Hasta el uniforme bajo de rango, pasamos del inglés Umbro que viste la selección inglesa entre otras, a Marathon sports que viste a la selección ecuatoriana.
¿Realmente está Nacional con la ambición de ser campeón de la Libertadores? No parece. Pero tampoco parecía en 1989 y ya ves, que fuimos campeones esa vez.
No fue fácil, pero el 31 de mayo de ese año, las cosas se resolvieron a favor propio y nadie olvidará los labios gruesos del Coroncoro Perea besando la base del anhelado trofeo, en el que ese día el Atlético Nacional puso una plaquita con su nombre.
Después vinieron otras copas más. Algunas bien, como la de 1990 y otras mejores, como la de 1995 que nos permitió otra final. Otras pésimas, como la de 2000 en la que no se hizo nada, a pesar que contábamos con Aristi y compañía.
Volvimos en el 2006 y alcanzamos la segunda fase, pero allí Liga Universitaria de Quito liquidó el asunto en casa con un 4-0 que todavía están buscando los jugadores.
Ahora, después de un bicampeonato merecido, nos llega de nuevo la oportunidad de la consagración, pero estamos como aquella vez de 1989, como que no cuaja el asunto.
Quintabani es un excelente técnico en la liga colombiana, ha quedado campeón tanto con equipos grandes como chicos y nadie le puede negar su capacidad de trabajo y de entrega por Nacional.
Sin embargo, cuando sale de la casa, las cosas no salen muy bien. Primero fue con el Tulúa, en el que no logró nada e igual con Nacional el año pasado en la Sudamericana, eliminados por un Millonarios derrotado, que con esa victoria casi consigue hacer un milagro.
¿Hay que ser pesimista? No lo sabemos. Nacional puede seguir cosechando títulos locales hasta la eternidad, pero los hinchas, y eso lo saben todos, quieren y casi suplican un título internacional que tiene un solo nombre: La Libertadores.
Los refuerzos han sido buenos, pero comparando con las salidas, creo que el saldo es negativo: Se fueron Hurtado, Aldo Leao y Aristizábal y fueron reemplazados con Moreno, Arrúa y Villagra.
Hasta el uniforme bajo de rango, pasamos del inglés Umbro que viste la selección inglesa entre otras, a Marathon sports que viste a la selección ecuatoriana.
¿Realmente está Nacional con la ambición de ser campeón de la Libertadores? No parece. Pero tampoco parecía en 1989 y ya ves, que fuimos campeones esa vez.
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