Cien años de Soledad nunca más se volvió a escribir. Es extraño, pero después de haberse pasado la vida entera buscando esa historia, después del día que la terminó, Gabo nunca más volvió a entender ni con Macondo, ni con la distanía Buendía. Ahi quedó enterrada esa narración maravillosa de la costa caribe colombiana. Y estuvo bien, creo yo. Gabo ejerció su derecho soberano de destruir lo que él mismo había creado. Pero mucho de sus lectores quedaron con ganas de más. De algo más. De un pedacito.
Yo me atrevo a decir que Alberto Salcedo Ramos, el cronista, hace algo que parecía increíble: nos hizo regresar a ese lenguaje mágico de Cien Años de Soledad en este libro la Eterna Parranda ¿Cómo lo consiguió? Por lo que he leído de Salcedo Ramos y ha dicho en muchas entrevistas, lo hizo de la misma manera que el maestro de Aracataca: con mucho trabajo. Enfermándose por las palabras como un loco persigue sus alucinaciones. Sus crónicas -Casi 24- tienen además el ingrediente de la realidad. Mientras Gabo se pasó 18 meses contruyendo ese monumento del español que es Cien Años, Salcedo Ramos se pasó 14 años juntando pedazos de realidad, que reunidas son el homenaje más grande que Colombia le ha hecho al periodismo desde hace muchos años.
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El libro se consigue en Amazon.com. También en la librería del país |
Kindle, entre sus desventajas, no permite con facilidad caminar entre las páginas del libro. Se pensó para historias compactas, unitarias. No para un libro como este, que son literalmente, varios libros en unos. Sin embargo me atrevo a quedarme en dos historias que son las que hacen este libro importante. El primero: El testamento del viejo Mile. Soy gran admirador de Álvaro Sierra, tal vez el mejor cronista antes del reinado de Salcedo Ramos. Sierra, un hombre que vivió muchos años en Rusia y que narró como ese país se fue al carajo cuando la careta del comunismo fue descubierta, volvió a Colombia y escrbió una crónica sobre el infierno de un secuestrado, que taladra los riñones. Pues bien, mi punto es que el Testamento del Viejo Mile es esa perfección periodística de Sierra con un sutil toque de magia, que convierte al Testamento en un texto casi literario. Ramos nos conduce por los caminos de la historia del legendario juglar vallenato Emiliano Zuleta como si estuvieramos caminando sobre la seda y nosotros no sentimos todo el pellejo que puso el periodista para conseguir semejante fascinación. No es una historia que engancha, es una historia que conquista, enamora. Y por momentos, como el cura que levita cuando toma chocolate, uno también se va elevando a los cielos. Pasa poco, pero pasa. Y eso basta para leer ese gran texto una y otra vez.
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También en e-book: El testamento del viejo Mile. En ecicero.es |
El otro texto es el Un país de mutilados. En una entrevista que le escuché a Salcedo Ramos, dice que esta es como una segunda parte de su trabajo. Antes de su crónica Aguilas de Media Noche (puedo estar equivocado, pero es tal vez por cronología, su primer trabajo sobre la guerra) el periodista se había enfocado en historias de la realidad nacional y en especial, del caribe colombiano, donde podía explotar con mayor facilidad su pericia para el lenguaje mágico: boxeo y deportes en general, vallenato, alguna que otra simpática historia de Cartagena. Y lo había hecho a la perfección. Sin embargo y creo que él mismo lo sabía, debía apostar por algo más. En otra entrevista, Salcedo explica su admiración por Gay Talese y lo define como un periodista que se atrevió a llevar el periodismo a una escala más arriba del hecho. Apostó por la visión personal del periodista sin ensuciar el texto. Pues bien, en Un País de Mutilados, Salcedo Ramos, como en ninguno de sus otros textos logra esa apuesta. La narracción no es solo sobre la historias de hombres y mujeres que han sido víctimas de las minas antipersonales en Antioquia, sino que él nos involucra con ese dolor. Salcedo Ramos nos hace cerrar los ojos y pensar cómo nos sentiríamos si nos explotara una bomba en las piernas y nos hiciera añicos todas las extremidades. Esa capacidad, que solo se lograr después de pasarse horas enteras peleando a las patadas con los fantasmas de las palabras en soledad, es la que lo convierte en el cronista más respetado de este país. Mientras en el texto del Viejo Mile, Salcedo nos delata el encanto real que inspiró a Macondo, en este País de Mutilados, nos hace sentir la tragedia que este país lleva viviendo durante décadas. Y ese será su legado.
Por supuesto, la Eterna Parranda tiene muchas más historias que pagan el valor del libro. La del Chato Velásquez, el único árbitro que se atrevió a echar a Pelé, pero sobre todo, el único árbitro que se ha dado en la jeta sin pudor en las canchas colombianas. La misma Eterna Parranda, aunque no es mi favorito, marco un hito en la historia reciente del periodismo escrito: 54 páginas en una revista de alta circulación. La niña más odiosa del mundo, tal vez el texto más consentido de Salcedo Ramos. Y muchos más. Es un libro para bajar, leer en el metro, en el transmilenio, en un avión si no le teme a las turbulencias. O simplemente en la sala de la casa, mientras se toma un buen vaso de ron.