¿Por qué no se sienta a mi lado? Acaba de subirse, he sido galante, me he corrido hacia la ventana y le he dejado el puesto limpio, pero prefiere quedarse parada. Hace rato que me viene pasando lo mismo, yo sé la razón, pero cada día me siento más incómodo: me ubico en la silla en el lado de la ventana, pero ninguno de los que abordan el bus se hace a mi lado. Me gusta estar solo, porque estoy más amplio, más tranquilo, pero también, últimamente, me molesta que nadie se siente a mi lado.
Utilizo el bus con frecuencia. Desde que estaba en el colegio. Hubo una época en que la parte favorita era la de atrás, la última silla. Como tenía que hacer largos trayectos, aprovechaba ese rincón para leer algún libro. Después ya no hubo tiempo para eso, y simplemente me ubicaba donde podía. Entonces, comencé a sentir esta discriminación. Sí, es discriminación porque soy gordo. No obeso, sino gordo, rellenito. Por eso la gente no se sienta a mi lado, porque piensan que se van a sentar al borde de la silla. Y es duro, porque de hecho es muy duro ser gordo en un bus por estos días. Cada vez los hacen más pequeños y por la avaricia de los dueños con sillas más apretadas. Muchas veces, mientras trato de acomodarme para darle suficiente espacio a la persona que se acaba de subir, me lastimo las rodillas, quedo contra los espaldares y tengo que empujar con mucha fuerza para que no me destrocen la rótula.
Tal vez por eso me molesta tanto el hecho que no se sienten a mi lado. Es ofensivo que la gente prefiera quedarse parada durante 20 minutos, solo porque piensan que con mi nalga voy abarcar parte de su puesto. Juro que no cubro toda la silla, y la mayoría de las veces me corro hacia la ventana, para evitar el roce con la persona que quiera sentarse a mi lado. Es otro esfuerzo sublime en estas latas de sardinas modernas. Además de astillarme las rodillas hasta el límite, me estrecho contra la ventana lo que más puedo. Y observo que queda un buen aire entre mi pierna y el resto de la banca. Ocupo la mitad de la silla y ni así. La gente sigue parada.
Es difícil ser gordo. Para mi lo es. Muchas veces me acuesto con el temor que el peso de la grasa acumulada en mi abdomen y el pecho me aplasten. Entonces me despierto, en la mitad de la noche, desesperado y con el temor de morir, que es el peor de los miedos. Hace rato que perdí la capacidad de movilidad y la comida me gana esta pelea. ¿Qué más debo soportar?
Otro problema es que estoy en la capital de la moda “latinoamericana”. Y las mujeres, maldita sea, se han tomado esto a pecho. Y son todas, no son únicamente las muñecas siliconudas de El Poblado y anexos. También estas indias que se montan en los buses. Unas van con sus aspiraciones de modelos y princesas, delgadas como un pitillo y me evitan cada vez que se montan en el bus. ¿Qué les molesta? ¿Mi rostro inflado, mi actitud indulgente, mi sensación insegura que soy, en esta ciudad de gordos barrigones, una especie de marciano y entonces ninguna tiene la piedad de sentarse a mi lado?
Otra mujer acaba de subir. Tiene el rostro lavado. En esas son en las únicas que confío, esas que tienen un aire de hippies irremediables, que no se pintan ni las canas del pelo, que andan con faldas de colores sicodélicos y huelen a incienso. Nunca había visto a una sola, siempre estaban acompañadas. Ella observa el pasillo de sillas antes de pagar. La única silla disponible es la que está a mi lado. Me acomodo otra vez. Estiro las rodillas para ver si no quedan contra el espaldar y recojo la maleta para que quede en mi espacio disponible. Su lugar queda libre. Ella recibe el cambio y observa altiva a cada uno de los ocupantes del bus. A mi no, pero camina y se ubica a mi lado. Comienzo a respirar rápidamente.
Yo tampoco la miro. Es la primera vez que esto pasa (Desde que comenzó este apartheid en el transporte) así que no se muy bien qué hacer. Por primera vez el dolor en mis rodillas tiene sentido, pero no es eso lo que me tiene incómodo. ¿Le hablo? Antes de este problema con mi peso, cuando una mujer se sentaba a mi lado y quería entablar alguna conversación con ella, le pedía la hora. Algunas veces recibía una sonrisa y esa era la señal para empezar lo que fuera. Las cosas no fueron más allá del trayecto, pero la emoción era suficiente para alegrar el día. Esta puede ser una buena oportunidad para retomar esa estrategia.
Pero no tiene reloj.
En mi brazo siento su calor. Es como si su piel tibia respirara y buscara la mía para refrescarse. ¿Cómo será de novia? ¿Será sumisa o más bien una loca sin estribos que nunca para en la casa y le coquetea a todo el mundo? Tiene buen cuerpo. Mientras pagaba, observé su trasero cubierto por la falda de colores. Era firme y grande. Eso me gusta. La cara es bonita. No me daría vergüenza salir a la calle con ella. Que pasaran mis amigos y me vieran cogido de la mano. Me iría bien. La llevaría a caminar por todo el centro: Junín, Carabobo hasta llegar el Parque de Bolívar, ojalá a las seis de la tarde ¿Cuál sería la canción perfecta? Strangers in the nigth me parece bien para este momento, pero no, es un poco pretencioso. Mejor Cuando voy por la calle: Cuando voy por la calle y me acuerdo de ti/ qué cosas no daría por estar junto a ti/ Me parece que tienes la cara más bonita, el aura más radiante y el aire más sutil.
Esa será nuestra canción. Intento observarla directamente a los ojos. Pero no se cómo hacerlo sin resultar demasiado evidente. Voy a observar hacia la ventana del otro lado y poco a poco sí... así.. me acerco a su rostro. Es realmente hermosa. Sus ojos son verdes y plateados mientras sonríe levemente. El cabello es castaño, liso y está totalmente abstraída de este mundo así que no se percata que la estoy mirando. Sin embargo, se voltea hacia mí rápidamente y casi me tuerzo el cuello intentando mirar hacia otra parte. Otra vez la respiración agitada y lo que es peor, comienzo a sudar. Ese es el signo certero que acabo de cometer una estupidez: sudar. Pero la llevaría de mi mano. Encontré la mujer perfecta, que se monta a los buses, que no le importa caminar ni que yo sea un gordito.
En este preciso instante, la pareja que estaba en la silla de al lado se levanta y salen por la puerta de atrás. Es el momento ideal para decirle algo, cogerla distraída. Voy a preguntarle por su nombre primero, como se llamará, ¿María? ¿Valeria? ¿Mariana? Y qué hace. ¿Estudiara? No tiene cara de trabajar, más bien de vender artesanías en San Alejo. A mi me gustan las artesanías, no ando con ellas puestas, pero me parece un buen trabajo. Al menos para empezar ¿Qué música? Imagino que será rockera, no de esas que van vestidas con un látigo de puntillas, sino más bien un rock suave, en español. Tengo que empezar por algo y voy a hacerlo ya. Me volteo con dificultad y la miro directamente al rostro.
Pero ella se agarra de la varilla y ocupa la silla vacía.
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