Ya me lo había encontrado una vez. Sucedió en el 2008, durante una rueda de prensa. Mi encuentro con él duró segundos, el flash de una foto, un abrazo efímero y corto, donde solo alcancé a decirle bienvenido maestro, gracias por ser el curador de mis heridas de amor. No lo entendió, solo sonrió y siguió su camino de cabellos ensortijados como alambres que se elevaban hacia el cielo desde su cabeza. Era el Salmón, el compañero en el alma de la grabadora que no me permitía extinguirme a pesar de tantas derrotas. Al otro día del efímero abrazo, embriagado, con 30 años y junto a mis grandes amigos, fui al concierto que tanto habíamos soñado, pero no escuché nada. Todo se fue en mi propia euforia, que comenzó a ser el inicio de mi revancha.
Cuando te enamorás, Calamaro deja de ser almíbar para el dolor y pasa a ser un perfume de recuerdos que te siguen acompañando. Crímenes Perfectos, Paloma, Socio de la Soledad, Mi propia Trampa, Tuyo Siempre, etc y etc, acaban de ser motor de euforia y pasan a ser un álbum de fotos, de buenos momentos. Yo me enamoré. Y me enamoré mal. Esa dulce sensación de la perfección, que solo te la puede dar una sonrisa, una sola, me volvió a poner al lado de Andrés, del físico, del que abracé en octubre de 2008, de Andrés, como le digo a partir del viernes 11 de junio de 2010. Ese día, lo volví a ver y esta vez no fue un encuentro de segundos, de instante rutinario para la foto, fueron 27 minutos, así lo marcó la cámara con la que se le hizo la entrevista, en un camerino del Luna Park, en Corrientes, junto a Puerto Madero, cerca de Plaza Francia, en Buenos Aires, ese lugar que el busca en muchas de sus canciones. Nos recibió una hora antes de la oficial del started el primero de tres recitales, uno de ellos incluido a última hora debido a la demanda de fanáticos, que dio -brindó, regaló, ofrendó- en Buenos Aires el 11, 12 y 14 de junio. Nos recibió en su camerino, mientras dejaba su abrigo de mujer cheta, su bolso Lois Vitton o algo parecido en un sofá de cuero negro y buscaba la camiseta negra que tenía estampada el nombre del último trabajo de Gustavo Ceratti “Fuerza Natural”, para quien tenía preparado un pequeño homenaje. Nos recibió después de brindar con Candy Caramelo, su bajista y amigo de cabecera, un trago de tequila. Nos recibió después de ponerse unas gafas que debían ser de la misma dueña del saco de peluche caro. Nos recibió para ser Andrés Calamaro. Estaba más gordo que sus legendarias imágenes de pelo sin normas sobre su cabeza, gafas de sexy y barrigón y los estragos de sus trasnochos y vigilias que parecían iban a acabar con su existencia, pero seguía teniendo esa aura de dios de los despechados sin fortuna y los enamorados sin razón que habitamos el mundo bajo su amargo amparo.
Habló de todo. De la intención de su disco, de rememorar los años de cuando las empresas públicas eran públicas, habló que su música es una búsqueda constante, pero que cada disco tiene muy claro lo que se va a producir “No venimos a experimentar: Residente sabía lo que iba a cantar, al igual que el Cigala, y demás colaboradores”, explicó con su voz ronca y sobreviviente de años de traumatismos. Su último disco, Calamaro On The Rocks, es una especie de viaje por un Andrés que todos conocemos, pero con ayudantes inéditos, Residente, el polémico vocalista de Calle 13, Diego El Cigala, uno de los grandes de España, Langui el leader voice de La Excepción -un grupo español-, y hasta su hija Charo, que lo espera afuera del camerino con su hermosa madre, Julieta Cardinallí (La rubio bailarina del video Mi Gin Tonic). Dijo cosas que no puedo reproducir, porque son copyright de quien hacía las preguntas y yo me limitaba a llevar la cámara. Pero puedo decir que se sentía vigente a pesar de los 49 feliz cumple que cantará el próximo 22 de agosto, que estaba feliz por regresar a México y a Colombia (5 de julio Bogotá, 7 de julio Medellín). Y que en Caracas iba a provocar al Chávez. Y en esa nueva lucidez que le otorga estar lejos de los venenos que lo hicieron vomitar ese desangre musical -pero que en la perspectiva diez años después parecer convertirse en un disco notable- que es El Salmón, pensaba editar esta vez sí, un disco donde podría experimentar lo que estos años de música le han dejado.
Después, cuando la cámara hizo off, hablo de Botnia y el papel para hacerse un porrito y que mientras defendía la fiesta de los toros, le preocupaba la furia con la que lo atacaban desde el bando antitaurino “Con esa furia, no me entiendo”, remató. Entonces se levantó, se puso el abrigo de pieles y le dije que nos tomáramos una foto Andrés, pero esta vez me quedé en silencio, porque esta vez quien me había curado las heridas de amor estaba a dos metros, haciendo click y sonriéndome. Esa era mi feliz revancha, mi sonrisa redentora.
Pero mientras salíamos, y el Luna Park reventaba con sus canciones, escuché esa parte de esa canción “Y no existen los destinos, ni siquiera los divinos…”. Y pensé que tal vez esta vez Andrés no tenés razón. Ya ves, nos volvimos a encontrar.
3 comentarios:
10 puntos amigo, como siempre, un abrazo. Sebastian Lopera
Increible, un abrazo. Henry Barrera
Ese es el tato
se me puso la piel d avicola
toño
Publicar un comentario