![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQI3oOTm9jd-IQstkmVsDgtBSLjZg1LNsG158WR__YxdUSZDoGqSkVpWfsjhLabOXgcP_STl2B5OzdOwwBuoFI2MwCoLOmgKkUF4q4-eyr6jKAQJ6MrlzLucZTxITyM7Cgfj3DC-s9T6c/s320/5140643524_0d0cd3cd8f_b.jpg)
"Rostros de Hombres" Natalia Millán
http://www.flickr.com/photos/43376229@N03/5140643524/sizes/l/in/photostream/
Frente a frente las cosas son distintas Cristina, te acuerdas muchacha de aquellos días de junio, cuando los charcos eran abundantes y te podías lanzar sin miedo a encontrar el fondo del río. La sombra de los árboles era un lugar común. Y jugamos a escarbar entre los cañaduzales la fuente de azúcar que los endulzaba, nos gustaba el olor de la panela caliente en el trapiche, amábamos el olor tostado del maíz en la mañana. Cristina que diferente son las cosas cuando no sos un niño. El campo era el universo que no tenía fin y estaba en constante expansión, encontrando cangrejos en el riachuelo, huyendo de los perros bravos de Anita y durmiendo solo con el sonido de las estrellas. Muchacha, los fusiles nos quitaron la libertad. El miedo que nos entregaron en municiones lo esparcimos en la tierra como semillas. Cristina, mujer, el lamento de tus hijos no se escuchó nunca, porque los desaparecieron. Te cuento una historia, ahora que camino en paz entre los senderos de tierra gris, te cuento al oído mi historia, escúchala en silencio, con una taza de aguapanela que no puedo compartir porque tengo sed y no me puedo saciar. Fuimos nosotros muchacha los que pusimos en el campo los metales que la incendiaron, fuimos nosotros los que estallamos los caminos con pánico, muchacha no te engañes mientras inicias tu búsqueda. Cristina somos números ahora, somos coordenadas enterradas en la tierra lejana del campo, que también era de ríos transparentes que ahora están secos, de cañaduzales amargos por la sangre, de cangrejos despedazados, el odio se nos anticipó a la razón y este campo enorme se encogió por la muerte. No te engañes muchacha, no digas que no es así, no niegues la aventura que se vivió en las parcelas para habitar con horror, nosotros fuimos héroes de una ilusión fatal. Y quise muchacha volver a correr tranquilo bajo el sol y los árboles y quise Cristina levantarme con tu aroma de pan recién horneado, pero siempre es muy tarde cuando escoges el camino de piedras que es la guerra. Una noche, lo juro, cerré los ojos y corrí para buscar tus manos de leche tibia y neblina y refugiarme de lo inevitable, pero solo logre que me sepultara una palada de barro mojado. Cristina me busca desde el corredor de la casa mientras me muevo entre la hierba, buscando mi cabeza para quedar tranquila y no me halla, pues ahora la tienes, ahora puedes besar mi calavera, ya la has reconocido, ya puedes regresar a casa, cerrar puertas, velar mi recuerdo antes que te alcance el rencor y dormir en paz, Cristina preciosa, madre querida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario