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Artículo en el diario Reforma de la ciudad de México
Florencio Avalos no sabía que su destreza lo pondría de frente a su peor miedo: las cámaras. Uno de los más experimentados de los 33 mineros de la mina San José en Chile, fue el escogido para ser el primero en salir, después de 69 días de encierro, cuando todo el mundo, con los ojos de las cámaras de televisión, lo estaría observando.
Fue claro, cuando llegaron las primeras imágenes de abajo y no había una sola de él: no quería salir en televisión y por eso había decidido ser la cámara de ese instante histórico. Se debía a su timidez, confesaría después su esposa, Mónica Ayare. Pero tal vez, lo diría la misma mujer, cuando salga tal vez eso no le importe.
Y no le importe nada a los que vienen después como Mario Sepúlveda, o Yonni Barrios que tuvo que lidiar con el amor de dos mujeres en la superficie o a Franklin Lobos que todos lo conocían por sus goles de tiros libres cuando jugaba en Cobresal. Solo les importara salir, abrazar a sus familias y regresar a la vida que tenían antes de ese funesto 5 de agosto cuando a las dos de la tarde, un accidente, les cambió la vida para siempre.
Este martes, a diferencia de todos los martes que se han vivido durante estos 68 días tuvo un sabor distinto. Las familias de los mineros ya no esperaban encomiendas por la paloma, cartas agónicas de espera, aguardaron a cambio a sus mineros, a su padre, a su madre, a su hermano. Se vinieron con las mejores pintas, se pusieron los mejores vestidos. “Es como si fuéramos a un matrimonio”, dijo Guadalupe, la madre de Carlos Bugueño.
No es para menos. Era una fiesta. Una fiesta con algunas incertidumbres. El Ministro Laurence Golborne, el funcionarios que recibió aquel mensaje en letras rojas “Estamos bien en el refugio, los 33” salió a la mitad del día, habló con los periodistas y les dijo que no se sabía la hora de salida. Que todo estaba listo y sentenció “Al finalizar el día, tendremos a un minero en la superficie”.
No dijo cuál. No lo podía decir en ese momento. En estas familias que lo han esperado todo, desde la desesperante situación de saberlo desaparecido por 17 días, encontrarlos y esperar a que un martillo perforara la roca hasta llegar a ellos, conocer el orden de salida por una rueda de prensa, podría ser el caos. Había que decirlo con delicadeza, suavidad, con tacto y para eso vino Piñera.
Entonces se encontraron con el Presidente Sebastián Piñera. Les dio el último aliento, el orden de salida, empezando con Florencio Avalos y terminando con el jefe de turno –como lo dicta la tradición minera- Luis Urzúa. “Esta noche, ojalá podamos tener una explosión de alegría en todo el país. Han sido 69 días de un largo camino”, afirmó
Para evitar que se los tragara la ansiedad, apelaron a seguir la rutina. Hicieron la fila en el casino, un lugar que demostró con cifras el crecimiento demográfico de este campamento en el último mes: pasó de servir 30 almuerzos bien caseros a realizar la multiplicación de los panes y los pescados sirviendo 2.300 almuerzos a familiares, funcionarios y periodistas. Pasó de platos de lenteja con longaniza bien prolijos a la pastas de tomate de ayer, pero eso sí, no se dejó nada en el plato.
Hacia las tres de la tarde, los familiares comenzaron a recibir las últimas palomas, que fueron los mensajes que se utilizaron para comunicarse con los mineros a través de un tubo. Eran cosas que los mineros devolvían, como el equipaje de este viaje hacia la superficie. Mandaron camisetas, pantalones, linternas, recuerdos de una proeza bajo la tierra que tendremos que escuchar algún día.
También decidieron quienes iban a recibir a los mineros. Solo permitieron tres por cabeza, así que las disputas no se hicieron esperar. Muchos acudieron a los sorteos para no pecar de injustos y otros lo simplemente se eligieron a dedo, como muchas veces funciona la democracia.
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El rescate
El helicóptero tardó 12 minutos para llevar a Florencio hasta el Hospital de Copiapó, donde permanecerá junto a sus 33 amigos de aventura. Allí, los ubicarán en los pisos 2 y 3. Estarán en cuartos de dos camas cada uno en el piso segundo y en el tercero, una fila de camas alrededor de un servicio de enfermería, en los que serán sometidos a los más rigurosos análisis, con el fin de determinar qué daño les hizo tanto tiempo, como ningún ser humano de la era moderna, estar debajo de la tierra.
Ese proceso durará unas 48 horas, o como ha sido todo hasta este momento, tal vez menos. Es posible que los que estén en perfectas condiciones puedan estar el viernes en sus casas, celebrando.
Porque eso ni se pregunta. Las fiestas serán bíblicas, es la celebración de la vida, de que pueden volver a abrazar a sus hijos, a sus mujeres, que podrán ver la luz del sol que se extiende sobre este desierto y se sabe porque los pueblos originarios lo tenían como su rey.
Por ejemplo, al menos dos mineros ya prometieron una fiesta sin reservas. Claudio Acuña confesó que se gastará parte de los 10 mil dólares que les regaló el millonario Leonardo Farkas a cada uno, en su fiesta de matrimonio con la que ha sido su compañera, Fabiola Araya, quien siempre había soñado con su traje de novia. “Yo solo quiero que salga. Cuando esté afuera hablamos”, fue la respuesta de la fiel mujer.
Entonces el jubilo aguantado durante 16 minutos explotó: las campanas de las iglesias, los globos del bicentenario, los aplausos de los vecinos, los rezos de los pastores, las oraciones del mundo entero, todo se unió en ese momento en que el mundo se paralizó a las doce y ocho minutos de la madrugada para ver como Florencio Avalos abría la rejilla y nos me permitía creer de nuevo en la vida.
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