martes, 30 de abril de 2013

Las Armas Secretas, en Kindle en Español.




No soy muy amante de Cerati post Soda. Pero ahora pongo el Ipod, modo aelatorio y arranca con “Amo dejarte así” uno de los tracks de Siempre es hoy, el tercer álbum de Cerati después de clausurar a Soda Stereo. Me gusta que haya empezado así este momento de escritura y me gusta más que mientras avanzo comience esa tonada única de Flaca de Andrés Calamaro. Y me gusta porque de quién voy a hablar esta sesión de “Kindle en Español: la conquista” es del gran Julio Cortázar “El argentino que se hizo querer de todos” según la desripción de Gabo y el único hombre al que permito que mi señora lleve una foto en su cartera. 

Las armas secretas es una
recopilación publicada en 1959
En la versión Kindle, Cortázar tiene varios titulos. Rayuela, Bestiario, Historia de Cronopios y Famas. Todos ellos valen un lugar en este aparatico (al que ya le compramos protector) Todos ellos valen su peso en pesos. Uno, si se precia de ser lector y amar los libros, debe tener al menos la colección completa de los cuentos de Cortázar, pero no esos volúmenes pesados y sin alma que publicó alguna vez Alfaguara, sino libro por libro: Bestiario, Historia de cronopios y famas, Todos los fuegos el fuego, Octaedro, Alguien anda por ahí, Queremos tando a Glenda, Deshoras y él que es para mi su libro más bello: Las armas secretas. Y para mí, si uno quiere empezar a comprende la grandeza de la literatura latinoamericana que llega a su cima con Cien años de soledad y El aleph de Borges, debería empezar por este libro, donde las palabras, literalmente, viven, cantan.

Vibran

“Aprendizaje” de Sui Generis. Paro la escritura y le pongo cinco estrellas en el Ipod. Las armas secretas es un libro corto: son apenas cinco cuentos. Pero sin equivocarme, es el mejor libro de cuentos en español, solo disputable por La palabra del mudo  del gran Julio Ramón Ribeyro. El libro comienza con una explosión en la cara: Cartas de mamá.  Cuando lo leí por primera vez, sentí que la vida diaria, era posible en la literatura. Son esos pequeños anzuelos que de vez en cuando nos tiran los genios de la literatura a los aspirantes a escritores (que terminamos, tristemente en muchos casos, en felices lectores) de que podemos ser como ellos. Este cuento es así. Es tan sencillo, pero a la vez tan efectivo que uno no puede encontrar los rastros de la carpintería. Es una novela de Corin Tellado hecho máxima literatura. Este es uno de esos cuentos que yo recomiendo para recorridos largos. Cuando se termina es como cuando se acaba un postre delicioso que se antojaba eterno. Su lectura no lleva más de media hora -creo-, pero cuando se acaba, cuando Cortázar pone punto final, uno se queda con la sensación de que para uno el viaje no ha terminado. A pesar del frenazo en seco, del nock out, las llantas continúan chirriando contra el asfalto. La caída sobre la lona es en cámara lenta. 

Pero lo bueno de eso es que quedan cuatro cuentos más. Y sobre todo, queda El Perseguidor, el mejor cuento en español en mi humilde opinión. De este relato se han dichos tantas cosas, que escribir algo es redundar. Para mí Cortázar no escribe aquí, compone, crea un track de jazz inolvidable. Alguna vez, mientras caminaba en una estación del metro de Londres y me encontré de frente con un saxofonista, pensé en el cuento, pensé que este hombre era Julio o Bruno que se habían encontrado el instrumento que Johnny dejó tantas veces debajo de una silla de algún metro del mundo. Eso, cuando la literatura llega a convertirse en un recuerdo propio, es magia. Y eso lo logran pocos maestros. 

Julio Cortázar, "el argentino que se hacía
querer de todos"
Pero allí no se acaba este libro grandioso. Después llega las Babas del Diablo. Este es un cuento difícil. Es el Otoño del Patriarca de Cortázar, después de su obra maestra, viene algo totalmente opuesto, otra narración, otra historia. Otro nivel del tiempo. Y es en este cuento donde Cortázar deja de escribir para empezar a componer. Dicen los especialistas que Las babas del diablo trata de la fotografía. Bueno, de hecho trata de un fotográfo. Yo pienso, en cambio, que es una canción. Una canción continua, sin coros ni repeticiones. Una canción que empieza como un cuento de los Hermanos Grimm y termina en la misma altura literaria del monólogo de Molly Bloom que sirve de epílogo a Ulises. Que empieza como una melodía de Veloso y termina en una descarga al mejor estilo de Ray Barreto en Acid. Explosivo. 

Quedan por supuesto otros dos cuentos geniales: Los buenos servicios y el cuento que le da el título al libro, Las armas secretas, este último casi un ensayo de lo que leeríamos después en Rayuela. Pues bien, Las armas secretas está en Kindle y es un libro que bien vale la pena tener para leer en el metro, día por día, cuento por cuento, con la esa seducción que solo las palabras trabajadas por el gran Julio Cortázar podía lograr. 

miércoles, 17 de abril de 2013

“Yo puedo hacer papeles que Clooney no podría”: Bryan Cranston


Bryan Cranston, más conocido por su personaje de Walter White, un profesor de química que se convierte en un capo del narcotráfico en la notable serie Breaking Bad, exuda actuación. Todas sus referencias, sus anécdotas y opiniones tienen que ver con el oficio que lo ha convertido en uno de los intépretes mas reconocidos en el ámbito de la televisión norteamericana, con tres Emmy en la vitrina, ahora comienza a ser llamado para actuar en las grandes producciones de Hollywood.

No es para menos, Cranston ha sido de todo: Amoroso padre en Malcom in the middle, el famoso dentista al que Seinfeld le tenía terror en la aclamada serie de los 90 o hasta modelo de comercial de Exedrin. Después de la fama adquirida en Breaking Bad, estuvo en el olimpo del cine, cuando hizo parte del reparto de la película ganadora del Oscar a mejor película este año: Argo. 

La historia, basada en hechos reales, cuenta la historia de un agente de la CIA, Tony Mendez, interpretado por Ben Affleck, que debe sacar de Irán a seis funcionarios de la embajada de los Estados Unidos que han logrado escapar en medio de la crisis sucedida en ese país del medio Oriente a finales de 1979. Crastron interpreta al hombre que trae a Mendez y quien debe velar para que pueda cumplir con su misión.

Con su papel de Jack O'Donnell en Argo, Cranston entró en las
grandes ligas de Hollywood

¿Siente que este es su momento estelar?

“Por lejos, este es el mejor momento de mi vida. Tengo 56 años. Y cuando comencé en esto, hace 32 años y decidí convertirme en actor lo único que pensaba: será que puedo vivir de esto. Y todavía hoy sigo con esa meta, que pueda seguir viviendo de actuar.  Actúo para vivir, interpretar varios personajes, es lo mejor de la vida”.  

Hablando con Ben Affleck, llegamos a la conclusión que no lo escogieron porque podría traer audiciencia por su papel en Breaking Bad, sino porque era el mejor para ese papel.

“Bueno, es genial saberlo, pero él es un mentiroso (bromea). No se que  parte del papel o de la caracterización de mi personaje en Argo que le haya hecho pensar que yo era perfecto para el papel. Yo estoy muy agradecido, porque recuerdo que cuando fue a reunirme con ellos, yo ya había leído el guión e iba preparado, porque en este negocio yo he aprendido que a pesar que tus agentes te digan “No es una audición, solo es una reunión”, siempre es una audición. Si no lo hiciera así, si me sentara con displicencia en esas reuniones, no estaría charlando con ustedes. Tu vas a contratar personas que amen trabajar y yo amo actuar. Me pasa que me levanto en las noches a tomar nota de las cosas que pienso pueden ayudar a mejorar el personaje. De hecho mi esposa se burla de mi diciéndo que yo me dirijo en los sueños. 

¿Cómo piensa que ha cambiado Hollywood desde el hecho que una estrella de television como usted pueda actuar en una película y pueda volver a la serie sin que eso afecte el desarrollo de su carrera?

Bryan Cranston en su papel de Mr. White
en Breaking Bad
“Creo que ha cambiado mucho. Yo siempre me resistí a que me encasillaran en algo como ser solo actor de cine o solo actor de televisión. Todos somos actores, todos estamos buscando historias que contar, que actuar. Yo no pienso que tengamos una clasificación, actúo en televisión, ok, en cine, ok, en teatro, ok, buenísimo, no creo que haya problema ahora con eso. Hay actores que piensan que hacer televisión o teatro es una cosa de segunda, pero yo no lo veo así. Yo con mis agentes soy muy claro, escojo lo que me gusta, así no me paguen mucho.



¿No le da miedo cambiar tanto de papel, en especial, que lo hacen cambiar en lo físico?.

“No. Y es en especial por la figura que tengo, que no es dígamos extraordinaria. George Clooney, y lo digo en serio, no puede interpretar ciertos papeles que yo sí puedo hacer. Es muy dificil que Clooney sea un plomero. Yo puedo ser un plomero. Él ciertamente puede ser presidente, yo puedo ser presidente. Yo tengo mucha más disponibilidad. Y también tiene que ver con la capacidad de aceptar o rechazar papeles. Durante muchos años, en los tiempos que hacía Malcom in the middle, tuve que rechazar muchas ofertas que me ofrecían papeles medio tontos. Y lo más seguro es que cuando termine con Breaking Bad, las ofertas llegaran para interpretar tipos que aparetan ser buenos, pero son perversos. Y no, no voy a seguir ese camino. 

¿Cómo fue el trabajo con Ben Affleck?

“El tipo es genial. Para mí, el trabajo más importante en cine es la pre producción. Toda la investigación, todas las reuniones para determinar la producción es lo más importante. Cuando llegas a la producción, a la filmación, todo debe estar listo. Lo que le ayudó a Ben a tener todo eso tan bien preparado, fue el guión. Si tienes un guión débil, te van a llegar todos los actores a preguntar “Por qué voy a decir esto”. Y lo que mayoría te responde cuando tienes un mal guión es: lo arreglamos en la edición. Argo tiene un gran guión, Terrie hizo un gran trabajo. Y eso fue lo que hizo fácil el trabajo. Mi personaje no consistía en ser un mentor de Tony Mendez, sino que como soy la persona que lo trajo a resolver el inconveniente, yo soy la persona que debo protegerlo. Así estaba en el guión y así se hizo.  Y en ese sentido, el trabajo con Ben tenía que tener una gran afinidad, porque en la película yo era quien respondía por él”. 


Y ese papel de director - actor que hace Affleck es distinto a lo que hace un director que solo se dedica a dirigir

Si un director no tiene experiencia laboral, debe tener mucho conocimiento del oficio para hacerlo. Los grandes directores lo hacen. Debe tener la suficiente empatía para hacer que  algo parezca natural en un entorno que para nada es el normal: la gente se mueve, habla, hay luces, cámaras. Es casi como un truco de magia o como manejar marionetas, si ves las cuerdas, estás acabado. Y lo que pasa con Ben es que él conoce el lenguaje, conoce la forma en que se hace esa magia. Entre más se pueda relajar esa atmósfera para que el actor logre hacer su trabajo, es un logro del director. 

¿Hace muchas bromas en el set?

Es algo complicado. Depende mucho del estado de ánimo de la grabación. Si te ponés hacer bromas cuando estás en un punto alto, puede desconcentrar a los demás. Yo no soy mucho de hacerlas, pero me he dado cuenta que cuando ya estás cansado, en las últimas horas de grabación de un día, si haces una broma, la gente suelta la carcajada y se despierta un poco. 

Usted trabajó con el rey de las bromas, George Clooney, quien es el productor de la película.

“Bueno, él vino pocas veces. Y creo que lo hace de esa forma, porque cuando el tipo esta en medio de las grabaciones, el ambiente cambia.  Es como cuando se termina la grabación y alguién dice, “Hey, George está aquí” y todo el mundo parece desconcentrarse, y él es muy sensible con esas cosas, así que procuro estar poco en las grabaciones”.

Cranston en uno de sus primeros personajes:
el dentista de Seinfeld
En varias oportunidades usted ha dicho que esa fama ganada, en especial con Breaking Bad, no la disfruta mucho

“No es tan así. Lo que pasa es que hay varias cosas con ese tema. Yo soy consciente que eso es una extensión de mi trabajo como actor, la relación con los fans de la serie. Pero me he encontrado con cierto grupo de personas que son buscadores profesionales de autografos, que después van y venden a 20 dólares o algo así. Y te pasas 20 minutos en el lobby de un hotel o en la salida de un aeropuerto firmando autografos que la gente sale a vender después. Y no se si me interese mucho hacer eso. Pero esta la relación con los verdaderos fans, con los que intento cumplir, pero algunas veces es complicado.  Pero tampoco se me puede olvidar que actuar es replicar las actuaciones humanas, así que me gusta estar entre la gente, conversar, para ver como puedo hacer mejor mi trabajo. Lo que pasa es que cuando la gente me reconoce, no puedo seguir observando, porque la gente cambia completamente su comportamiento cuando esta frente a una persona conocida.

¿Qué opina de la historia real, de lo que ocurrió en ese año, de lo que pasa ahora en Medio Oriente?

“Es llamativo que esta historia, que sucedió hace tanto, solo salga ahora. Lo que pasa, creo yo es que para realizar una película así, se necesita mucho desarrollo de la historia en sí. Muchas veces los directores tienen una idea en la cabeza, pero el escritor que contrataron no llega a ese punto, entonces buscan otro y ese tampoco. Entonces, es una verdadera coincidencia que cuando estamos a punto de estrenar la película, estén sucediendo casi las mismas cosas que pasaron hace 30 años. Y debe ser una lección para nosotros que a pesar de todos los cambios que hemos presenciado en estos años, las cosas sigan iguales”.

¿Qué opina del pequeño corto que cuenta el contexto de la situación de la crisis de los rehenes al principio de la película?

Bueno, creo es un acto de responsabilidad de los productores en decir que gran parte de la crisis fue originada en gran parte por el mal manejo del gobierno de los Estados Unidos de ese entonces y de los anteriores.  Yo creo que ese también es un logro de la película, que deja que el espectador sea el que tome la opinión que crea mejor sobre esa situación: o la disfruta como una película o se da cuenta del contexto político de esa historia”. 

jueves, 11 de abril de 2013

El Último Encuentro en Kindle


Hay libros que llegan desde buenas manos. Sobre todo cuando llegan de las manos de los amigos. El libro de esta semana en Kindle, me llegó de esa forma, que con el tiempo, las dedicatorias y las palabras se llenan de perfume de buenos recuerdos. Pues bien, el libro es El Último Encuentro del escritor húngaro Sandor Marai. Esta novela me permite introducirnos en la categoría: vinito y chimenea para tierra fría. Cervecita y balcón en tierra caliente. Es un libro que se puede leer en dos días, lo que lo hace perfecto para Kindle, porque he descubierto en los últimos días que los libros largos pueden correr el peligro que uno se pierda en un universo paralelo: uno no sabe en que parte del libro va. Y eso cuando el libro no te atrapa de una como el que actualmente  estoy leyendo, es una sensación extraña. 

Terrible en algunos momentos.

Pero bueno, a los bifes. El Último encuentro es tal vez es libro más conocido de Marai, - al lado del Divorcio de Buda- quien se hizo no solo famoso por sus novelas y cuentos, sino porque se metió un tiro a los 89 años en su casa de San Diego, California, cuando se encontró casi ciego, viudo y solitario. Era una respuesta extraña a alguien quien en sus libros y en sus textos en general siempre celebró la vida. En fin, lo cierto es que Marai era un hombre bastante interesante, inteligente observador de la sociedad en la que creció y vivió mucho tiempo: la húngara, especialmente la Hungría que era parte de esa potencia de principios del siglo XX, el Imperio Austro Húngaro. Y eso es lo que plasma Marai en esta novela: el ser humano, sobre todo el concepto de la amistad en medio del conflicto. De la guerra que todo se lleva. 

Y nunca deja nada intacto.


El último encuentro comienza con los preparativos que se organizan en la casa de un antiguo noble húngaro quien ha citado a un viejo amigo que no ve hace cuarenta años. Personalmente creo que el valor literario de esta obra se encuentra en esa primera parte: en la descripción de la gloria, perdida por supuesto, de una mansión de caza espléndida en el corazón de los Cárpatos. Pocas veces he logrado que una casa viva en palabras de la forma que lo logra Marai en esta primera parte. El hombre sabe que ese encuentro con ese viejo y muy cercano amigo será el fin, será la última epopeya de un hombre que había llegado a ser General de la Guardia Imperial. El último acto de honor que se reservará a una cena. Y todo el protocolo, toda esa limpieza previa, todo ese servicio bajo las órdenes del anciano militar, cautiva, enternece, acaricia en algunas partes. Ahi es donde uno se mete en el texto y no se pierde en las páginas o en la “posición”. Por eso es un libro para leer en la sala de la casa, sentado frente a una ventana. Nada de estrés. 

Pues bien, después llega la segunda parte.

La segunda parte, y este es tal vez un concepto muy personal, límita con la autoayuda. Después de cenar, el viejo general y su amigo, quien ha estado en oriente durante muchos años, se entrelazan en una conversación densa y moralista, en el mejor sentido de la palabra. Es una conversación sobre la amistad o mejor dicho, es casi un monólogo del militar sobre la amistad y lo que ha hecho con su vida en los últimos cuarenta años. No es mucho lo que pueda decir o rescatar del libro porque ese dialogo, que se prolonga hasta el final del libro, es la sustancia de lo que hemos venido a leer. De hecho, no hay sorpresas, no hay un momento en que uno se quede paralizado por revelaciones sorpresivas. No. Es una charla, profunda como pocas, pero a la vez, ligera  que deja una sensación que esto era la primera parte de algo muy bueno. En mi concepto una buena novela tiene que ir más allá de un diálogo interesante. Debería plantear un reto literario. Pongo varios ejemplos, que desarrollaré más adelante con otros textos en este blog, como el de Houllebecq con sus Partículas Elementales y su perfecta disección del deseo. O el mismo Desgracia de Coetzee, un retrato de 120 páginas sobre el hombre moderno y su tragedia autoimpuesta. Marai, que es un escritor admirado alrededor del mundo, nos muestra una parte. Hasta ahí. 

Y tuve esa extraña sensación de no querer terminar el libro. O acabarlo rápido porque estaban hablando mucha paja. 

Sin embargo, hoy que lo vuelvo a revisar para escribir este texto, creo que es una excelente excusa para sentarse a leer. A pesar de mis conceptos un poco encontrados sobre el texto, lo conservo aún, no solo porque fue un regalo muy especial, sino porque merece estar ahí para ser revisado, dejarse envolver por el mágico ámbito imperial de la mansión. Y en Kindle funciona, para lo que yo creo que puede funcionar en Kindle. 

Nada. Lo último es que estamos buscando libros en español para Kindle que son bastante escasos. Al menos los que llevo buscando como “El Loro de Flaubert”, “Sostiene Pereira” o “La Soledad de los Números Primos”. Si alguien sabe donde se pueden conseguir, pues deje su comentario para hacer un post sobre opciones de libros en español interesantes. Eso sí, les dejo el dato de que Crimen y Castigo en Amazon.es está a 0 pesos o Euros, es lo mismo y también el Quijote. Y valen toda la pena. 

Nos seguimos leyendo.


martes, 2 de abril de 2013

La Nueva Nueva York

Highlane con vista a la 10th Av., en el sureste de NY.



Woody Allen observa el imponente reflejo del puente Manhattan y le dice a Diane Keaton con emoción: “Esta es una gran ciudad. No me importa lo que opinen los demás. Es tan extraordinaria". Con frases así, con imágenes como esa, con otras películas, otras canciones, algunos libros, uno se fue llenando de razones para viajar a Nueva York. 

En los últimos años, la gran metrópolis estadounidense estaba de luto. Las Torres Gemelas habían caído, la Estatua de la Libertad había que observarla desde un barco y parecía que sus encantos se iban nublando con los recuerdos y el miedo. Viajar ya no era tan interesante, Allen dejó de hacer películas allí. Los libros envejecieron. Las canciones se mudaron de lugar.

Sin embargo, Nueva York nunca dejó de creer. Lloró su dolor y cumplió con su luto. Ahora, después de cinco días de estar en ella, parece otra gran ciudad, otro destino lleno de cosas nuevas, donde se puede ver lo que la hizo la capital del mundo y también donde se puede sorprender con lo nuevo que sale al paso con sólo caminarla. 

El Mercado de Chelsea 

Un lugar impresionante para visitar es el 911 Memorial, o lo que se conoce como la Zona Cero. Allí, en dos gigantescas piscinas negras que marcan el lugar exacto donde estaban construidas las torres, se recuerda a las 2934 personas que perdieron la vida durante los ataques del once de septiembre de 2001. Con sus nombres marcados sobre el bronce que rodea las fuentes, en el posible lugar donde estaban al momento del impacto.


La sensación de haber presenciado todo por televisión, en vivo y en directo, y ahora observar el agua caer es estremecedor. Algunas personas posan para la foto encima de los marcos de bronce. Otras solo observan, en silencio, y hay quienes no pueden aguantar las lágrimas. En medio de las piscinas se encuentra un peral que resistió el embate de los ataques y se le llama “el árbol de la vida”. Y aunque hace unos años un huracán lo desprendió de raíz, los rescatistas de Nueva York lo encontraron y volvieron a sembrarlo y allí está, como un héroe con el que todos se toman la foto de rigor. 

Pero es hora de tomar el metro y buscar el sudoeste de Nueva York, viajar al Meatpacking District, a pocos metros del río Hudson, donde la historia y una estructura enorme y envejecida indican que allí, durante los años 30, corría una larga vía del tren conocida como la High Lane. La idea de ese entonces era evitar que trenes con contenidos peligrosos, como dinamita o residuos biológicos, circularan en medio de las calles de Manhattan y pusieran en peligro a los habitantes de la ciudad.

Highlane
La gente descansa al sol en los
nuevos lugares de este parque
En 1980 pasó por allí el último tren y las líneas dejaron de usarse. Tanto que, en 1999, el gobierno de la ciudad había decidido demoler las vías, que estaban sobre una estructura elevada sobre las calles. Un grupo de empresarios y vecinos del sector decidieron que las vías se podían convertir en un parque lineal y pelearon para conseguirlo. El alcalde Michael Bloomberg y la  ex- Secretaria de Estado Hillary Clinton dieron su apoyo al proyecto.

Después de cinco años de trabajos, hoy se puede caminar por las antiguas vías convertidas en jardines, caminos peatonales, donde hay reclinadores de madera para echarse a dormir una buena siesta, una tribuna para mirar los carros pasar por la Décima Avenida y barandas para simplemente asomarse y apreciar cada unos de los rincones de esta zona de Nueva York, incluido el emblemático Empire State a la distancia.

Después, si el hambre acosa puede darse una vuelta por el subsuelo del emblemático Hotel Plaza, donde en un toque de audacia decidieron, en 2010, convertir una especie de sótano en una plazoleta de comidas espléndidas de distintas clases: italiana, de mar, postres y yogur helado. Y todo a precios accesibles. 

El Chelsea Market está
ubicado cerca de Highlane

O bien puede quedarse por las inmediaciones de la High Line y bajar al Chelsea Market, un antiguo mercado de la granja que fue convertido en un corredor de almacenes independientes y comidas orgánicas donde se puede elegir entre sanduches, pollos al horno y sopas en época de invierno. Sin embargo, lo más recomendable es meterse al Seafood Market donde le servirán una  langosta recién hervida y que se come aquí sin importar la etiqueta. Sólo el hambre cuenta. 

Aunque el mercado es antiguo y su renovación arquitectónica se ejecutó en 1998, los espacios rústicos pero amables del Chelsea Market hacen parte de esa nueva ciudad que no quiere quedarse en el pasado. Se alimenta de él, sí: de los espacios abandonados y vacíos que cuentan la historia neoyorquina. Pero para integrarlos y darle nuevos sentidos en esta ciudad que no cesa de reinventarse.

Guárdese unos días para encontrarse con la Nueva York que inspiró canciones, fue escenario de grandes y pequeñas películas y alimentó frases y párrafos de escritores. Y se podrá sentar, en la noche de despedida, frente al puente de Manhattan para repetir aquella frase de Allen con todos los deseos cumplidos.