lunes, 12 de diciembre de 2011

Muchas Gracias, Alonso


Ahora lo vi acostado al lado de un matorral de flores rojas en el Jardín Botánico. Antes lo había visto atravesar una cortina de agua en el Parque Bicentenario y muchas otras veces lo tirarse en piscina de pelotas con los niños en las escuelas populares del deporte que coordina el Inder. Es Alonso Salazar, el Alcalde de Medellín que en dos semanas se va para dejarle el cargo a Aníbal Gaviria, un tipo desabrochado, valiente y honesto que gobernó a una turbulenta ciudad sin perder la cabeza.

La foto la vi en un perfil en el que el periodista Gustavo Gómez se quedó corto en El Espectador. Una semana antes la revista Semana lo entrevistó y el Tiempo también sacó un informe bastante completo sobre su labor como Alcalde. Ni Char, el popular barranquillero tuvo tanta prensa al final de su mandato, ni Clara López que intentó salvar del desastre a Bogotá estuvieron en la mira de los principales medios nacionales, fue Salazar, un periodista convertido en político por necesidad que ahora comienza a recibir las cortas mieles de la victoria en una gestión que estuvo empañada por los criminales habituales y la envidia corrompida de los que se están convirtiendo en los perdedores de siempre. Y es que Alonso, desde que le pusieron la banda de alcalde, le tocó remar contra la corriente en especial con algo que venía con él mismo: no era Fajardo, su antecesor y ex jefe, que tenía a medio país deslumbrado con su carisma y con el cambio estético que le había dado a Medellín: todos hablaban de las maravillas de los Parques Biblioteca, de Explora, de los colegios, y él, con su pinta de actor francés, convencía a todos de que estábamos viviendo en el paraíso “Pasamos del miedo a la esperanza”, se leía hasta en las silletas.

Y Alonso recibió esa idea de Medellín sabiendo que eso no era tan cierto, que debajo del tapete de la estética rutilante se estaba cocinando una explosión social que en cualquier momento le estallaría en la cara. Sin embargo, con la certeza de estar haciendo las cosas bien y cómo eran, se trazó las metas de su gobierno y no claudicó un instante, por eso Medellín puede decir que es más justa, el gobierno de Alonso dedicó gran parte de su patrimonio monetario y político en trabajar en los sectores populares como se debe, no con limosnas populistas, sino con apoyo a los procesos de transformación. Medellín Solidaria debe ser un plan que no puede ser descontinuado. Construyó las viviendas que ni Fajardo, Gómez, Pérez, Flores y Ramos construyeron en sus mandatos y puso tres nuevos Parques Bibliotecas a funcionar, entregó un puente renovado, un megapuente a punto de entregarse, continúo el ideal de Compromiso Ciudadano de Medellín la Más Educada con una aplicación audaz, Jardines de Buen Comienzo que deben ser ejemplo en el país.

Pero entonces, cuando tenía todo esto para empezar ejecutar lo planeado, 2.000 asesinatos por el control del microtráfico lo pusieron contra las ruedas y este es para mí, el gran legado de Alonso Salazar para la historia de la ciudad: no se dejo amedrentar. Que lo tengan claro los habitantes de Medellín, el problema de la criminalidad en las comunas no lo arregla el alcalde en menos de seis meses, pero el gesto de Alonso de enfrentarse cara a cara con el Cebollero, con Valenciano, con Sebastián, denunciar y no amangualarse con los capos y lameperros fue un ejemplo de valentía que debería ser copiado por los políticos y funcionarios de turno que se venden por una cuatrimoto. Cada cinco meses Uribe venía y hacía un Consejo de Seguridad, y los crímenes se iban al cielo y Salazar, solo, después de que se desvanecía la polvareda que dejaba el presidente, porque la policía no podía hacerle caso en nada, tenía que ir a poner el pellejo y la cara en las comunas y decirle a los habitantes cagados del miedo que ahí estaba él, el Alcalde, que efectivamente, no estaban solos. Yo lo vi conversando con mucha gente, dando tranquilidad, abrazando señoras conmocionadas porque no podían ir al centro sin que lloviera bala del cielo, lo que no hizo ni Uribe, ni Pérez, y me perdona, ni Fajardo. Si algo no me queda duda es que Gaviria ganó las elecciones por esa valentía de Alonso, porque fue y le puso la cara a todos por allá, diciendo que tal vez no hay policía ni ejército que los defienda, pero Alcaldía sí.

Y cometió errores, muchos. Es casi imperdonable que en su mandato Metroplús no avanzara ni un centímetro y que se esté repitiendo la misma historia del metro. A pesar que Metroplús era un empeño de Uribe, Salazar tenía el deber regional de sacarlo adelante, pero no tuvo la misma osadía que para resolver los problemas de seguridad, además que si lo lograba iba a lograr lo que no ha pasado en ninguna ciudad del país: un verdadero sistema integrado de transporte.

Otro error, es que a pesar de no contar con el carisma de Fajardo, su dialogo debía ser con todos los estamentos de la ciudad. A un alcalde que se estaba batiendo en los pantanos belicosos de las comunas era más fácil que los dueños de la ciudad le hicieran más caso con el tema de la responsabilidad social. Medellín, para ser justa, necesita un dialogo real entre todos sus estamentos y tal vez como nunca Alonso era el tipo adecuado para que los ricos no se gastaran sus recursos en folletos y libros educativos y lo invirtieran en programas de emprendimiento social que tanto se necesitan en Medellín.

Pero seguramente su legado servirá para su absolución. Yo personalmente me declaro Alfonsista, que cree que los cambios sociales se hacen en la calle, con la convicción de la educación, la salud y la vivienda digna como ejes del cambio, con la valentía de efrentar con honestidad a los violentos y que por encima de todo, a la gente nunca se la deja sola, y mucho más cuando los criminales han declarado una condena de muerte a la ciudad que tanto se quiere. Ahora se irá por la puerta grande, ojalá le den gracias, porque durante sus cuatro años no dejó caer la ciudad y la construyó con mucha dignidad.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Hawai no es el paraíso


Se viene hablando hace rato de esta película. Hace algunos meses, cuando la publicidad de las revistas le dedicaba cuartillas enteras a “Los Idus de Marzo”, la mayoría de los críticos y periodistas llevaban su atención sobre el inminente estreno de The Descendant. La mayoría de los críticos acertaban en decir que la verdadera actuación brillante de George Clooney no era el empeño político de Idus (La cual produce y dirige), sino en esta especie de comedia que no es tan comedia, pero tampoco drama, en fin, algo que todavía no me termina de cuadrar y ya hace cuatro días que la vi.

Pero hay un dato que se necesita poner en contexto antes de entrar en detalles: su director, Alexander Payne. Hace siete años este hombre originario de Nebraska sorprendió (Aunque ya había ganado el Oscar con About Schmidt) con la exquisita película de 2004, Sideways (Entrecopas) que narraba la relación de dos amigos durante un recorrido por el Napa Valley. Sin embargo, a pesar que su nombre se reveló como uno de los más prometedores de la industria, Payne decidió dedicarse a otros proyectos que lo alejaron de las candilejas de Hollywood. Ahora regresó con esta película, en la que se arriesga, entre otras cosas, a poner al glamouroso Clooney como otro mortal más.

Y lo logra. La historia es simple: Matt King (Clooney) es un abogado norteamericano que vive en Hawai y aquí la primera bofetada de esta película que no se detiene a la hora de los golpes bajos: La Hawai que se muestra es un lugar gris, taciturno, sucio y que nada corresponde al paraíso de las agencias de viajes. Es un lugar donde dan ganas de salir corriendo y ahogarse en ese mar transparente y turquesa. Y no solo eso, Payne, casi como una burla cruel, nos pone en el último lugar donde nos gustaría estar en Hawai, en un hospital, al lado de una mujer que ha caído en coma debido a un grave accidente en Snowboard y quien es la mujer de King. Mientras esto pasa, Clooney además debe procesar toda la información necesaria para vender el último terreno virgen de Hawai que pertenece a su familia y que lo hará inmensamente rico.

Y es aquí donde Payne nos regala la única caricia de la película, una aparición tan bella y sexy como la salida del mar de Ursula Andrews o las faldas al aire de Marilyn Monroe, pero que basta para que el sabor raro de lo que viene sea digirible: Shailene Woodley, quien interpreta a Alexandra, la hija mayor de King y que le revela a su padre el gran secreto y lo que define la película: que su madre, la cual esta desahuciada por los médicos, le puso los cuernos con un vendedor de finca raíz, que a su vez tiene interés en el negocio de las tierras de King. Y es aquí donde empieza una extraña película donde Clooney corre como un pingüino y donde todas sus fanáticas pueden desmayarse de la impresión de ver a su galán en semejante situación de descompostura; donde la hija rebelde no es tan rebelde, donde la madre no es tan madre, donde la venganza no se consuma, pero que mientras todo intenta que pase sin que realmente pase, Payne quiere mostrarnos en verdad que somos un proceso interno de complejas sensaciones. Ya lo había hecho Sam Mendes con American Beauty, no somos lo que aparentamos, somos lo que vivimos a cada momento y en eso parece radicar esta gran versión sobre la muerte, la vida y la traición: no somos una película de Hollywood donde pasan cosas extraordinarias, sino personas que cada día deben luchar por sacarse ellos mismos adelante con todas las miserias posibles y con todos sus valores exprimidos al máximo.

Por supuesto los críticos tienen razón: Clooney firma la mejor actuación de su carrera, por dos razones en mi concepto. Una porque carga tranquilamente el peso de la película en su definición, Clooney no es Clooney, no es el seductor y dandy, es un tipo que se pone camisas feas, que entra al baño, que la mujer lo engaña, que corre sin elegancia, pero que también lucha, que no se vende por un puñado de dólares, que mantiene intactos sus valores a pesar que en menos de una semana –más o menos el tiempo de la narración- su familia se va al piso y dos, porque rompe con el estereotipo de los actores dramáticos o enfermos como al autista de Hoffman o el enfermo mental de Hopkins o el desquiciado boxeador de De Niro que tanto gustan a la Academia.. Si algo le faltaba a Clooney era quitarse ese aura de galán que lo había enrollado, que no se quitó en Idus –es un candidato a la Presidencia de los Estados Unidos- y que aquí, se comporta como un tipo común y corriente.

Es una película para recomendar? Sí, pero hay que aclarar que es rara. Que nunca durante las casi dos hora de duración, nos vamos a sentir cómodos en el paraíso. Que a pesar de la belleza de Alexandra y la gran interpretación de Clooney, la película va por la mitad del camino entre Bambi y Precious, donde nada es tierno, pero tampoco es ese apocalipsis social que pintaba la historia de Lee Daniels. Es una película para los Oscars? Le falta el tono épico que le gusta a los miembros de la Academia,pero también ese tono descarnado que ha hecho figurar a Pulp Fiction o Fargo pero Clooney no se bajará de una nominación y lo más seguro es que Woodley reciba una nominación a mejor actriz de reparto, sería un acto de justicia a su resoplido de frescura que trajo en esta rara pero muy digna The Descendants

domingo, 20 de noviembre de 2011

Tintín, una vieja historieta renovada por computadores


Tintín junto a Astérix y Obelix fueron una especie de felicidad para muchos jóvenes y niños durante décadas. Los dos, de claro origen de los pueblos francos (Tintin es Belga, Asterix es Francés) fueron las aventuras para muchos de nosotros. Antes de esta proliferación de películas y programas de televisión, estas dos historietas eran los mundos imaginarios que recorrimos tanto en el humorístico imperio Romano de Uderzo y Goscinny (Creadores de Astérix) como el intrigante mundo de mediados de siglo XX de Hergé (el creador de Tintín).

Sin embargo en los esfuerzos de llevarlos al cine y a la televisión, las cosas nos han salido tan bie para los dos. Asterix contra los romanos de 1999 ha sido la más exitosa en taquilla pero destrozada en la crítica. Y Tintín, ni hablar. Se han realizado por lo menos cinco adaptaciones al cine con títulos tan inverosímiles como “Tintín y las Naranjas Azules”. Tanto era que el mismo Hergé decía que odiaba todas las versiones y que cuando comenzaron a comparar a principio de los años 80 a Tintín con el arqueólogo Indiana Jones, afirmó que el único que podía hacerle justicia a las aventuras del intrépido reportero era precisamente Steven Spielberg. El director de Tiburón y ET se tomó en serio el cumplido y 29 años después de comprar los derechos, decidió lanzar la primera película animada por computador de este famoso personaje y viene lanzando desde hace un mes por varios países del mundo “Las Aventuras de Tintin, el secreto del unicornio”. Y la verdad es que le quedó bien.

La película que no se amarra completamente al argumento del libro que le da el título a la película, sino que junta tres libros: el Secreto del Unicornio, el Cangrejo de las Pinzas de Oro y el Tesoro del Rackhman el Rojo. De hecho hace bastantes versiones libres sobre algunas cosas que en los libros son bastante claras como la representación alcoholizada por parte del capitán Haddock sobre la batalla entre su ancestro el almirante Haddoq y el mismísimo Rackham el Rojo. Pero cabe aclarar que es necesaria para poder contar la historia completa y este es uno de los detalles más interesantes de la producción de la película, los personajes aunque no guardan mucha similitud con los retratados en las historietas, lograron captar el alma de cada uno de los personajes y este es el primer mérito de Peter Jackson y Spielberg, hicieron algo nuevo sin robarle la esencia a Tintín.

Hablar de cine como interpretación dramática, historia y ese tipo de cosas es bastante difícil. A pesar que hay una actuación dirigida (Las impresiones del computador fueron tomadas de los actores Jamie Bell -Billy Elliot- y Andy Serkis el mismo que hizo de Gollum en el Señor de los Anillos), son muñecos de computador. La historia no es otra más que lo hecho por Hergé (y peca por ser un poco larga. Al final la aventura se vuelve extenuante para el espectador). Pero la animación es perfecta, en especial porque guarda todos los detalles y en esto hay que darle un mérito a Peter Jackson y su empresa WigNut, que se encargó de todo ese ensamble digital. Las texturas, las tomas, los paisajes, las armas, los carros, los edificios, Paris, la arena del Sahara, todo es como debe ser. Y este es el ánimo para pagar el tiquete, la primera película animada de Spielberg, junto a un gigante de la industria como Jackson. Crear a partir de un personaje que ya se inventó hace años sería una tarea irresponsable, así que hasta ahí puede llegar una crítica. Vale la pena verla, disfrutar, porque efectivamente Spielberg es el único que podía hacerle un homenaje justo a Tintín y se lo hace bien hecho.

Sin embargo, no es el Viaje de Chichiro, Wall-E o las Trillizas de Belleville, no es una obra de arte del cine hecho por ordenador. Es una buena historia de aventuras, con un personaje emblemático. Por ahora parte como favorita como mejor película animada para los Óscars.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Seguimos Creyendo!




No somos un país de victorias. En nuestro almanaque de momentos memorables hay pocos trofeos que mostrar. Somos un pueblo de méritos por nuestro corazón, por creer más allá de las posibilidades, por hacer crecer los garbanzos con poesía, pero pocos títulos, pocos primeros puestos. Muchos empates, muchos “se hizo lo que se pudo”, mucho corazón. Pocas medallas.

Ayer Colombia, de nuevo, esa concepción de país que todavía no completamos y en la que hemos puesto muchas más expectativas que realidades, volvió a desencantarnos. La decepción había comenzado el viernes, de noche, en curramba, el lugar del mundo donde más se ha cocinado esa idea de identidad colombiana. Venezuela, que hace muchos ños era nada, menos que nada, que bateaban los balones de fútbol, vino a Barranquilla y nos empató y lo hizo en esa misma filosofía claroscura pantanosa de la que no salimos: “Perdimos muchas oportunidades” “Si Teo la hubiera metido”, casi, tal vez, podría. Palabras para determinar lo indeterminable son las que nos definen.
Pero la catástrofe no es tragedia cuando todavía sobra la esperanza. Para la mayoría de colombianos que tienen memoria y habitamos ese precioso territorio colmado de agua, la mayor cercanía a la gloria se tuvo con el cinco cero. Por 90 minutos derrumbamos nuestro mito fundacional de las aspiraciones frustradas y podíamos empezar a recorrer el camino de la victoria sin restricciones. Teníamos todo, pero a la vez, ese caldo denso que somos nos dejaba sin nada. Fuimos los mismos de siempre y todo terminó con la muerte, porque así somos en este país, lo que no podemos comprar, convencer, lo enterramos con bala. Y Argentina se convirtió para siempre en los colores de la esperanza. Si volvíamos repetir la hazaña, ya no por cinco goles, sino con uno, abriríamos de nuevo esa puerta que nos dio tantas alegrías, de las cuales muchos no hemos despertado. Somos los drogadictos que no hemos vuelto a tener ese primer “instante” y cada vez que vemos aparecer una camiseta albiceleste, alucinamos con ilusión bastante nefasta que podríamos cambiar nuestro destino de parias que nos tiene reservados en una esquina espléndida y codiciada, pero que no nos ha permitido desatarnos de nuestras propias miserias.

Pues bien, la derrota, la más vieja amistad que ha tenido el deporte colombiano, se hizo presente. En un partido flojo, con los jugadores fundidos, donde los cambios llegaron tarde y equivocados, pero sobre todo, donde Argentina se sintió como en el patio de la casa de cuenta –otra vez- de los que no pudieron acogerse a la voluntad patriótica, sino que como locas desatadas se fueron a corear el nombre del dios Messi frente al hotel, nos ganaron. Por supuesto, los gritos iracundos de los periodistas se hizo sentir, la rabia capitalina por el despojo injusto, esa falta de claridad sobre lo que somos, nos hace tambalear y casi caer: de nuevo estamos al borde del abismo y vamos a comenzar a tomar medidas desesperadas, ya lo decía Arendt: Un hombre en peligro de muerte, se vuelve un loco asesino.

Sin embargo, una de las primeras lecciones que podemos aprender, ahora, en el s.XXI, cuando llevamos 200 años de vida republicana, es que nuestra naturaleza es perder. Que no hay nada de malo en eso, que a pesar de un partido funesto, seguimos creyendo, porque para la realidad de nuestras vidas, el verdadero valor colombiano es la fe, nunca, ni siquiera ahora que entramos con pie derecho en el tercer milenio, hemos sido un estado viable, hemos caminado sobre una riqueza natural pocas veces repetida en el planeta, con una ubicación geográfica envidiable y lo único que hemos decidido hacer es matarnos los unos a los otros. Por supuesto, eso tampoco ha traído ningún vencedor a nuestro ADN y ahí estamos, eligiendo un presidente cada cuatro años y sacando la cédula a los 18. Creer en el país Colombia ha sido la única decisión mesurada e inteligente que hemos tomado en los últimos 200 años, pero debemos hacerlo con la convicción de que somos perdedores, pero que aún así, sigue siendo nuestro país, nuestra selección, que Leonel es el hombre, que Barranquilla ya nos clasificó una vez y esta vez lo va hacer. No nos ilusionemos sobre el factor de la victoria, sino sobre el factor de la creencia, de que si todos creemos va a ser posible que volvamos a un mundial, que si todos apoyamos, y eso incluye a directivos, patrocinadores y jugadores.

Oscar Wilde decía que había que tener mucha valentía para apoyar a los amigos en la victoria. Allí todos se engolosinan. Ahora cuando se pierde es más fácil decir “Seguimos creyendo”, porque al final, nada se pierde. Pues bien, sigo creyendo en Leonel, en la selección, en este país que a pesar de navegar por tantas desventuras y fatalidades, sigue siendo el mejor lugar del mundo para vivir.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Robert Pattinson: "No quiero hacer cosas en las que seguro voy a fallar"




En entrevista con "El Mercurio", el protagonista de "Crepúsculo" , que estrena su cuarta y penúltima película el 17 de noviembre, revela secretos del rodaje y lo que espera para su futuro como actor una vez concluida la saga.

Alejandro Millán, Los Angeles

Pocos actores pueden contar que formaron parte de dos de las sagas más famosas del cine. Pues el inglés Robert Pattinson lo hizo. Acaba de terminar de filmar la última entrega de "Crepúsculo" para el cine, donde se ha hecho famoso por interpretar al atormentado vampiro Edward Cullen, y también estuvo en "Harry Potter y el cáliz de fuego" como el carismático Cedric Diggory.

Gracias a su personaje en "Crepúsculo", el londinense de 25 años se convirtió en el sueño y fascinación de millones de adolescentes en el mundo, las mismas que han hecho de la saga literaria un fenómeno. Edward Cullen es el símbolo del hombre soñado: caballero, protector, noble, profundamente fiel y enamorado de una joven humana, Bella Swan (interpretada por Kristen Stewart, novia de Pattinson en la vida real). En las tres películas anteriores, se explora la relación de estos dos personajes, siempre marcada por la oposición externa y las propias dudas de Edward sobre cómo su condición de vampiro la afecta física y psicológicamente.

Ahora está dedicado a promocionar "Amanecer: parte 1", la primera parte del final de "Crepúsculo" que se estrenará en Chile el próximo 17 de noviembre. En esta entrega, por fin la pareja protagonista, Bella y Edward, se casan, se van de luna de miel y son felices... al menos por 20 minutos. Después de una sucesión de imágenes idílicas a todo color, llega un inesperado evento que supondrá que la vida de Bella y la tranquilidad de Edward se vean afectadas. Las escenas del último tercio del filme son dignas de una película de terror.

Parte de la historia que se relata en la novela "Amanecer" tiene que ver con el embarazo de Bella, cuya hija crece en su vientre a una rapidez sobrenatural y se convierte en demasiado para su frágil cuerpo humano. La escena del parto es, por decir lo menos, incómoda de leer y no apta para gente sensible. "Es peor en el libro, no se preocupen", afirma Pattinson sobre la escabrosa filmación de ese momento, mientras recibe a "El Mercurio" en el Hotel Four Seasons de Beverly Hills. Está vestido informal, de camiseta, gorra de béisbol y zapatillas bien gastadas.

-Al principio, mucha gente no estuvo de acuerdo con que usted interpretara a Edward Cullen, pero se fue ganando a pulso a los fans. ¿Cómo lo logró?
"No lo sé, tal vez tuve suerte. Estaba muy contento cuando me eligieron, pero desconocía que fuera un asunto tan grande con los fans. Entonces, cuando la gente se enteró de que lo iba a hacer, dijeron que cómo era posible y yo quedé en shock. Pero creí en lo que tenía por delante, lo hice y bueno, me terminaron por aceptar".

-¿Cómo ha sido la ya larga experiencia de ser un vampiro enamorado?
"Es divertido. Hacer estas cinco películas es muy interesante, porque ha sido el crecimiento de una relación a través de las distintas entregas y el entorno de personajes. Hacer eso real, creíble, ha sido un desafío".

-La castidad es un tema importante en las películas anteriores, y ahora todo cambia. ¿Cómo se vivieron estas escenas fundamentales?
"La luna de miel es algo que le preocupa a mi personaje desde el principio. Él está esperando durante tres entregas que esto pase, y ahora está preocupado por lo que pueda ocurrirle a Bella. Pero la verdad es que él es feliz, tiene lo que quiere. Es una las partes más fáciles de hacer de la película, pues estoy en un lugar especial con la mujer que amo. A mí, como Robert, me encantó hacerlo, porque Edward siempre ha sido miserable en la serie, por fin tiene lo que quiere y está contento. El sentimiento de Edward y Robert es muy parecido".

-¿Le parece que la escena del parto es muy fuerte?
"Cuando yo leí el libro, me pareció sangriento. Ahí es mucho más extremo que en la película. Recuerdo que cuando filmamos quedé impresionado de que fuera a estar en 'Crepúsculo', porque hay mucha sangre, es realmente intensa. Pensé: 'Esto es una película de horror'. El rodaje duró dos días. Kristen puso sólo la cabeza, el resto era una muñeca. Todo lo rodamos en una toma continua, algo que nunca había pasado en una película de la saga. Y creo que quedó bien".

-Hay una discusión ética en el filme sobre el aborto, algo que sugiere Edward cuando la vida de Bella corre peligro. ¿Cuál es su posición al respecto?
"Desde el punto de vista de la película es un tema interesante, porque Edward es una persona muy tradicional. De hecho, cuando Bella le dice que está embarazada él queda en shock, porque eso no era posible. Edward es bastante malo cuando tiene que decidir este tipo de cosas. 'No estoy listo para un bebé', dice. Para mí, está claro que esa es una decisión que debe tomar la mujer y hay que respetarla".

-¿Cuáles son sus sentimientos ahora que está cerca de terminar con "Crepúsculo"?
"Es excitante todo esto que está pasando con la última parte. Ha sido un largo camino. Cuando comencé con esto, tenía 21 años y ahora tengo 25. Hay una gran diferencia. Espero que estas dos películas sean un buen final para la saga. Ojala que no fuera la última, pero creo que el trabajo se hizo bien".

-¿Cree que haber estado en dos sagas juveniles tan exitosas afectará el futuro de su carrera como actor, quedando encasillado en este tipo de filmes?
"No, creo más bien que soy afortunado. Antes de 'Harry Potter', no tenía otro trabajo. Pero para ser honestos, lo que me abrió todas las puertas ha sido 'Crepúsculo'. A partir de ahí me empezaron a llegar audiciones. Es una locura estar involucrado en tal vez las dos más grandes franquicias desde 'El Señor de los Anillos'. Pero no creo que eso afecte mi carrera; de hecho ya he estado en varias películas independientes".

-Su compañero de elenco, Taylor Lautner, ya escogió un camino claro: la acción. Usted se ha ido por el lado del drama y el romance. ¿Podremos verlo algún día en acción o en comedia?
"Por lo general escojo proyectos en los que la gente me crea lo que estoy haciendo. No me veo escuchando en los tráilers 'Robert Pattinson, un agente secreto de la CIA' (ríe). Nadie me va a creer en esos papeles ni por cinco segundos. No quiero hacer cosas en las que seguro voy a fallar. Tampoco quiero hacer películas románticas por el resto de mi vida, y eso se puede ver en las dos últimas que hice (ver recuadro), que no son románticas para nada. Uno se va marcando su destino como actor y eso es lo que estoy tratando de hacer".

-¿Cómo estuvo el trabajo con el director Bill Condon ("Soñadoras")?

"Bill fue fantástico. Se nos acercó a Kristen, a Taylor y a mí para preguntarnos cómo queríamos que fueran los personajes cuando todavía no se había terminado de escribir el guión, y eso no es algo que hagan los directores. Pero él nos dijo que quería construir la historia con nosotros. Es bastante abierto y muy paciente".

martes, 1 de noviembre de 2011

Un encuentro con el último Crooner... Buble


Michael Bublé nos espera en una habitación del hotel Sunset Marquis en Beverly Hills -decorada con sillones de cuero negros y mesas lujosas-, con una camiseta, bluyines y una gorra de beisbol marca Rip Curl. Nada más. Está agotado y lo hace saber sin el menor asomo de capricho o vanidad: acaba de terminar una extenuante gira que lo llevo a cantar durante cinco meses por varios países del mundo entre ellos México, donde terminó el tour. Pero el trabajo no se agota y menos ahora cuando el próximo 24 de octubre sale a la venta su nuevo disco: “Christmas”, una dedicada selección de canciones sobre una de las mejores épocas del año, la Navidad.
Una dedicada selección donde se puede encontrar pequeñas joyas como “White Christmas” al lado de la bella Shania Twain; invoca al amor con su aporte al disco como compositor con “Cold December” y deja ver una vez más porque razón cada vez que saca un nuevo álbum, se convierte en uno de los reyes de ventas: lleva 35 millones de copias vendidas. Solo con el último, Crazy Love, vendió siete millones.
A pesar del cansancio, no pierde el buen ánimo. En una charla cordial y amena, durante 20 minutos, el último eslabón de los cantantes clásicos le cuenta en exclusiva a El Mercurio su amor por la Navidad, su inspiración, como va con su matrimonio con la argentina Luisana Lopilato y revela detalles de cómo fue cantar en español junto a Thalía. Pero lo que es mejor: confirmó que el próximo año, sí o sí, estará en Chile “Aún no hay fechas, pero seguro estaré”.

Usted es el último crooner, de la misma tradición de Frank Sinatra y Dean Martin, ¿Cómo hacer parte de esa tradición musical en una industria completamente transformada?


“Para mí es bastante extraño, porque he tenido más éxito con las canciones modernas, con las canciones pop que yo escribo. Pero honestamente, siento que he tenido éxito porque puedo conectar con la gente, porque transmito emociones. Y además porque yo escribo dos o tres canciones por álbum y me aseguro que se vuelvan éxitos, pero el resto son covers, que la gente las conoce y por eso compra todo el disco. A los artistas que escriben 10 o 20 canciones originales en su disco se le hace más difícil vender porque sólo dos o tres son hits y el resto de las canciones son desconocidas, con lo cual la gente va a iTunes y se baja el single, no el disco entero. A mí me ha ayudado este modelo, he vendido 35 o 36 millones de copias. Lo bueno también es que como mi repertorio es muy variado, mi audiencia también lo es: tengo gente muy joven, hay viejos, hay muy gays y muy hetero, hay negros… hay de todo en mi público”.

¿Te interesan los sonidos actuales, el pop y la electrónica? ¿Qué opinas de aquellos fenómenos?

“No lo sé… No son lo mío, aunque yo hago algo de pop. Creo que depende de la canción. Algunas canciones son vigentes por años, otras son como la hoja de una máquina de afeitar: las tiras después de usarla un día. Son desechables y las borras a los días de escucharlas. Pero yo amo la música, mucho, la música en sí. Mis ídolos mientras crecía fueron Michael Jackson, AC/DC, Beastie Boys, Doctor Dre, Frank Sinatra, Dean Martin, Elvis Presley… simplemente me gusta la buena música, todo lo bueno”.

En un mismo álbum usted puede combinar algo tan clásico como “Georgia On My Mind” con algo tan movido como “Haven’t Met Yet”. Pasa lo mismo con Christmas, ¿lo hace deliberadamente?

“Sí. Ese es mi estilo, así sueno, eso es lo que hago. Soy muy afortunado por poder moverme de un género a otro, entre álbum y álbum o dentro del mismo, y necesito cantar “Georgia On My Mind” pero también quiero hacer algo movido como son las canciones de pop. Eso me permite diversificar mi audiencia. Cuando yo empecé mi público eran señores mayores y blancos, ahora la mayoría de mi público son universitarios, gays y heteros, afro-descendientes, los viejos de antes y otros realmente jóvenes, a los que el pop me permite llegar. Me encanta. Por dos horas, me encanta que la gente esté de fiesta, que baile, que cante, que la gente por dos horas me escuche y se olvide de sus problemas. Es genial y me siento afortunado por eso”.

Se une a la larga lista de artistas que cantan para Navidad, como Bing Crosby, Frank Sinatra, Plácido Domingo, Mariah Carey, ¿Por qué? ¿Qué tanto le gusta la Navidad?

“Mi familia hizo esa época muy especial para nosotros. Es una época especial del año, donde la gente es un poco más amable entre ellos durante, hay esperanzas y buenas intenciones. Es una época bastante especial, mira si no toda la celebración, más allá de la connotación religiosa que es importante para algunos. Es también una oportunidad para que la gente se reúna con la gente que le importa, se encuentre con amigos que hace rato no ve, comparta una celebración con la gente que ama y regale más de lo que recibe. Son muchas cosas buenas que tiene la Navidad. Soy un tipo bastante sentimental y algún día, cuando tenga hijos, quiero darles eso tan especial que mis padres me dieron a mí para esta época. La Navidad pasada en mi casa éramos 50 personas, con la familia de mi esposa que vino desde Argentina, tuvimos una hermosa cena, donde hubo pavo, pasta, empanadas, asado… un momento realmente bello para mí, porque realmente amo la Navidad. Y por eso, para mí, esta Navidad va a ser un honor poder ser la música de ese momento en millones de hogares”.

Con las Puppini Sisters le quiso, además del estilo coral, incluir algo vintage, vieja escuela, que sonaran como los villancicos de antaño

“Absolutamente. Este es mi tributo a Bing Crosby y sus álbumes de Navidad, que fueron clave en mi vida. Él fue quien me introdujo al jazz, pienso que él fue quien inventó la música pop, aunque hoy no se puede considerar pop lo que él cantaba. Realmente quise hacer un tributo con este disco. Mi madre sólo ponía los discos de Crosby durante la Navidad, así que es genial hacer un disco así, como lo hacía él. Además, la forma como grabé este disco es algo que no es común desde hace 30 años: tenía noventa personas tocando al mismo tiempo y yo me paraba en la mitad de ellos y cantaba. Eso ya no se hace más porque ahora todo es con mezclas, con herramientas de profesionales que ponen en un computador. Lo queríamos hacer como en la vieja escuela, con esa vibra tan distinta”.

Comparte una legendaria canción con Shania Twain, “White Christmas”, ¿Cómo le fue con ella?

“Ella es genial, es una buena amiga y una mujer fuerte. Fue realmente especial trabajar con ella y yo escogí esa canción porque me parecía que quedaba perfecto cantarla con ella, que éramos el mejor dúo. El concepto es todo mío y, de hecho, yo hice los arreglos para esa canción”.

‘Cold December’ es su aporte a este álbum ¿Es un mal recuerdo de alguna navidad?
“Es una canción de amor. Es como decir ‘hay tantas cosas materiales en la Navidad, que Santa Claus está llegando y todo, pero lo único que yo quiero es que tú me quieras y estés conmigo’. Eso es lo que quise decir ahí: tú eres mi amor y tú haces haces mi Navidad”.

En esta Navidad, ¿Su casa se parecerá un poco a la canción ‘It`s Beginning to look a lot a Christmas’, con dulces y luces por todas partes?

“Así será: tengo seis árboles de Navidad en casa. Tengo todo un arsenal de decoradores que vienen a poner el muérdago y las luces por todos lados. Es que hay muchos niños en la familia, tengo a mis hermanas con mis sobrinos pequeños, es lindo para los chicos y es bueno para nosotros que todo esté bastante decorado”.

¿Y también se disfrazará de Papa Noel?
“No, en absoluto. No habrá Papá Noel “ (se ríe).

¿Cómo eligió a sus compañeros en este disco, además de Twain y Pupinni Sisters?

“Está Naturally 7, gente con la que toco habitualmente y tengo una canción con ellos que es un bonus track. Y está por supuesto, Thalía, con “Feliz Navidad”. Amo a Thalía, la conozco desde hace algunos años por su esposo Tommy Motola, soy gran fan y mi esposa también es fan. Quería hacerle un regalo a mi esposa y a la cultura de la que ahora hago parte. Es muy importante para mí cantar en español, intentarlo al menos… ya sabes, amo a mi esposa”.

Bueno, ¿y cómo es cantar en español?

(Habla en español) “Es muy difícil, muy difícil, ahora estoy estudiando mucho, para hablar con ella y con su familia, pero es muy, muy difícil. Yo sé muchas palabras, pero mi español es… mierda, really. De hecho, cuando estaba en el concierto de México dije ‘Buenas Noches para todos, mi nombre es Miguel Burbuja… ¿Cuántos de ustedes saben hablar inglés’ y muy poca gente levanto la mano. Se quedaron callados y dije para mí: ‘La puta madre…’ (risas)”.

Entonces, ¿en un futuro podemos esperar un álbum completo en español, a lo Nat King Cole?
“No, no podría y además mi familia me mataría, me diría “¿y porque no cantaste en italiano?”. La mitad de mi familia es italiana, yo soy ciudadano italiano y seguramente mi abuelo me diría “Michael, necesitaría que cantes en italiano también”. Así que no podría hacerlo. Pero amé cantar en español, el dúo que hice con Thalía, lo que hice antes en el homenaje a Lucho Gatica (interpretó “Quizás”), lo que hice para Chile junto a Juanes, Miguel Bosé y Laura Paussini en (canta) “Gracias a la Vida… que me ha dado tanto”. Es genial esa canción, me encanta”.

Hablando de cantar en español, ¿le canta a su esposa, mientras van por la calle o mientras desayunan…?

“No (ríe). No lo hago, ya ves, ella es una gran actriz pero no actúa en la casa todo el día. Lo que sí hago es que, si estoy componiendo una canción, le pregunto su opinión o se la doy para que la escuche”.

En Chile hay muchas fan pages, grupos en Facebook pidiendo una sola cosa: Que usted vaya a cantar ya sea a Santiago u otro lugar, como Viña del Mar ¿Nos puede dar una fecha exacta de un concierto en Chile?

“Voy a ir. Voy a ir seguro. El próximo año voy a estar en Chile. No sé la fecha, pero te puedo asegurar que voy a estar en Chile. El año entrante haré una gira por Latinoamérica, Argentina, no sé si Brasil todavía, pero es seguro que Chile sí. Muchos promotores me dicen que podría hacer mucho dinero tocando en otra parte pero no soy así, es mi vida. Es muy importante para mí cantar para ellos, para la gente que me escucha en Chile. ¿Honestamente? Lo hago también por mi esposa, porque es importante mostrar respeto por la región de donde es ella, por su idioma. De hecho, Humberto Gatica (su productor en “Call me Irresponsible” y es chileno) me mataría si no voy a Chile. A cada rato me dice ‘Miguelito tienes que ir, es uno de los lugares más bellos del planeta”. Así que iré”.

¿Y le gustaría decirle algo a los fanáticos en Chile?

(Habla en español) “Nada, decirles que gracias por todo. La gente es demasiado buena conmigo. No puedo esperar a estar con ellos… ¡y Feliz Navidad!!”

¿Quedó contento con los resultados y la gira de su último álbum “Crazy Love”?

“Si, quedé muy contento y estoy orgulloso del disco. Pero no miró mucho hacia atrás, ahora estoy concentrado en este nuevo álbum. Pero te soy honesto, sino vendo cuatro millones de copias o más con “Christmas”, voy a estar muy decepcionado. Y tengo diez semanas para hacerlo. La gente va a pensar que estoy loco. Los productores me dijeron que venderíamos tres millones con Crazy, yo dije que vendíamos seis y vendimos siete. Yo le pongo mucho empeño a mi trabajo y necesito hacerlo así”.

Chris Evans: El Capitán América que se robó todos los suspiros


Hay un instante en esta nueva versión del Capitán América en que todas las mujeres dejan de respirar. En la sala de estrenos de los estudios Paramount, en el corazón de Los Ángeles, mientras abren la capsula donde Chris Evans ha sido sometido al suero del super-soldado se escucha, por un par de segundos, un suspiro femenino unánime. Evans es puro cuerpo torneado y cara de niño grande con ojos profundos. Hay damas que, en la oscuridad de la sala, se quitan las gafas 3D para confirmar si es cierto lo que están viendo en la pantalla de cine.
Dos días después, en el hotel FourSeasons, Evans aparece en la habitación donde lo espera El Mercurio para conversar sobre su nueva película, “Capitán América, El Primer Vengador”, que estará en los cines del país desde este 22 de julio. Sí, después de dos horas diarias de trabajo en el gimnasio durante tres meses, Evans puede afirmar que consiguió el objetivo de convertirse en el superhéroe de América, que durante los años de la Segunda Guerra Mundial fue uno de los cómics más leídos en Estados Unidos.
Pero en la película también hay una versión bastante más esmirriada y delgada de su personaje: Steve Rogers, un famélico soldado que aspira a convertirse en héroe frente a la mirada burlona de sus comandantes antes de ser elegido para el experimento que lo convertirá en el ‘super-soldado’ “Yo también era un niño muy delgado, pesaba 60 kilos hasta los 17 años, así que sé que se siente ser un hombre pequeño. Y ese fue uno de mis principales objetivos al interpretar a Steve Rogers, que a pesar del cambio en su apariencia física se mantuviera su esencia, que es la de una persona que hace el bien sólo porque es lo que hay que hacer. Quise que la gente tuviera la misma conexión al final de la película con el Cap –como lo apoda con cariño- que la que tienen cuando lo ven delgado, pequeño y vulnerable”, dice el actor.
Sin embargo esa versión escuálida del Capitán América ha generado algunas reacciones adversas entre los críticos, quienes consideran que se abusó un poco del uso de los CGI (gráficos generados por computadora, por sus siglas en inglés) para rebajarle unos kilos al cuerpo de Evans. “No creo que sea algo criticable. Era una elección entre perder peso o ganar peso para la película y, aunque hubiera hecho todo eso de perder peso y luego dedicar seis meses a engordarlos para seguir con el rodaje, no hubiera sido suficiente: no sólo fue el peso, también me redujeron el tamaño de la mandíbula y de los hombros, mucho más de lo que yo hubiera logrado naturalmente. Pero yo quería involucrarme físicamente en el personaje, y si eso significó ensancharse… pues me ensanché. Me tocó trabajar mucho para tonificar mis músculos y llegar a lo que se ve en la película, así que creo que eso también tiene un valor especial que no lo iban a dar los CGI”.
Evans insiste en que, más allá de su transformación, trabajó en la sustancia del personaje, que se nutrió en parte del espíritu patriótico que se respiraba en Estados Unidos cuando empezaba la Segunda Guerra. De hecho, cuando apareció por primera vez en 1941, el personaje del “Cap” salía dándole un puñetazo a Adolf Hitler en la portada del cómic. “Yo creo que lo importante era mostrar que es un personaje que quiere hacer las cosas bien porque sí.¿Cuántas personas conoces que hagan las cosas bien sólo porque hay que hacerlas bien y no porque alguien los ve, por guardar las apariencias o porque creen que así se irán al cielo y no al infierno? Es interesante entender qué hace que una persona sea así. Yo sigo buscando esa respuesta y apunté a reflejar esa búsqueda de modo dinámico en la película”.
Aunque la historia del Capitán América ha evolucionado en el tiempo, la película toma como entorno la Europa de principios de los años 40, que exigió un poco más de trabajo para la producción. Pero, para traerla a 2011, el patriotismo cambia de tono: se lo contextualiza en la historia, para evitar que se propaganda barata. Esa, al menos, ha sido la intención de los productores. “Yo quedé feliz con el trabajo que se hizo en ese sentido. El equipo que se ocupó de ese tema realmente sabía cómo eran las cosas en ese entonces. De hecho, no hubiera habido ni la menor posibilidad de que yo hubiera participado si ese detalle no estuviera en buenas manos. Creo es que unas de las cosas para mostrar de la película”.

De Celular al capitán América
Evans sabe de superhéroes: antes, fue la Antorcha Humana, protagonista de otro cómic de la casa editora Marvel, “Los Cuatro Fantásticos”, en pantalla en el verano boreal de 2007. Pero sabe que esto es otra cosa. Que durante la década que ha pasado desde su debut cinematográfico con “Not Another Teen Movie” (2001) o su más prominente actuación en “Celular”(2004), sus papeles no han llegado a parecerse a lo que se viene ahora que está como protagonista en una mega producción de Hollywood.
“Cuando escogí el papel tenía dos miedos. El primero era el del compromiso, este personaje es algo que se puede extender por varios años y cinco o seis películas, no me imagino a nadie tomando una decisión que defina sus próximos diez años. Y lo segundo era cómo esta película tiene potencialmente el poder de cambiar mi vida: aunque había hecho dos o tres películas conocidas, todavía podía ir a Disneylandia sin problemas. Perder ese anonimato da bastante susto, pero uno no puede tomar decisiones basándose en el miedo”, reflexiona Evans.
Lo cierto es que después de esta primera entrega en la que el “Cap” es superhéroe exclusivo, vendráel lanzamiento de lo que será sin duda una de los fenómenos de taquilla del año entrante: TheAvengers (Los Vengadores), el film que reúne en una misma producción a lo más selecto del planeta Marvel Comics: Thor, el Hombre Increíble, IronMan y el Capitán América de Evans. El rodaje ya está en marcha y el producto terminado se verá en pantalla en abril de 2012. “Hubiera sido bueno esperar a ver la reacción de la gente con Capitán América antes de comenzar a filmar una suerte de secuela, pero tampoco está mal la continuidad. Después de todo, es el mismo personaje y lo increíble de Los Vengadores es que ya ves la reacción de la gente mucho antes de que salga la película, los fanáticos están pendientes y expectantes y esa reacción es sorprendente”.
Junto a Evans estarán Samuel L. Jackson, Scarlett Johansson, Mark Ruffalo y quien más ha inspirado al actor para seguir construyendo a su super-soldado: el gran Robert Downey Jr., quien interpreta al narcisista Tony Stark. Así describe Evans la experiencia: “Es increíble trabajar con un tipo así. Realmente, cuando entras al set te das cuenta de que él es una estrella. Lo sentís. Y además es un tipo que te apoya cuando estás trabajando. Cuando filmaba escenas con él estaba nervioso, pero el tipo venía y te hacía una broma, una cosa de menor importancia, pero que servía para quitarse los nervios. Increíble. No tengo palabras para hablar de su carisma”.
Aunque se prometen varias secuelas más (dos al menos, y la versión de Los Vengadores), Evans sabe que tiene que tomar las cosas con calma para darle el verdadero sentido a su búsqueda como actor y no creerse el cuento de ser estrella. “Soy un actor, estoy lleno de inseguridades”, bromea y se ríe. “No, hablando en serio… crecí con una madre bastante firme y eso con el tiempo me ayudado a mantenerme bien, a ser paciente, a tener un discurso racional y mantener los pies en la tierra. Aunque en términos de mi carrera, sufro cada decisión: tengo una mala audición y ya me cuestiono el hecho de haber elegido ser actor. Pero la mayoría de los actores somos así, un manojo de inseguridades”. Incluso aquellos que le ponen el cuerpo a un superhéroe.

lunes, 4 de julio de 2011

Palmitas


Hubo un lugar donde aprendí a ser niño. Era una casa hecha en argamasa, tejas de barro, ventanas de maderas que se trancaban por dentro, puerta con aldaba que se cerraba con una llave vieja y oxidada que más de una vez no fue capaz de cumplir con su misión y nos costó quedarnos adentro. Así la compró el abuelo, a punto de caerse, envuelta por la maleza, con un baño diminuto donde se paseaban tranquilamente todas las especies del reino animal sección insectos y una cocina hecha con tierra en la que apenas cabía la abuela para hacernos el chocolate y las arepas de mote a la horda de nietos que cada julio nos aparecíamos allí para aprender que en una casa harapienta, pequeña y polvorienta, está la felicidad.
Todos los días tenían la misma rutina, que variaba según la cantidad de primos por temporada. Si estábamos todos, los turnos para la ducha según las familias: Primero los Marín, después los Holguín, las Panesso, por ahí los Millán y por último los Valencia Barbosa, que habían sido educados al revés y que para muchos era la síntesis de la felicidad: primero el desayuno y después la bañada. Al resto era con el estómago vacío, dormidos y de repente nos emboscaba ese hilo de su mil puta madre helado que más parecía el ataque del séptimo sello del infierno que agua del campo, las mujeres esquivando como podían unos zancudos jurásicos que parecían terneros que bien podíamos ordeñar mientras se sostenían en las paredes con sus seis largas y tenebrosas patas. Mientras los desafortunados infantes pasábamos en fila india hacia la tortura del baño, nuestras diligentes madres y tías organizaban la ropa sobre las camas, así que cuando uno salía, tiritando hasta las pelotas, iba de cama en cama buscando sus harapos. Por eso insisto que la rutina dependía de la cantidad de primos que habitaran la finca: si era un julio modesto y apenas estábamos cinco o seis, la cosa era sencilla. Si estábamos los 20, era jodida: busque pues una camisa, una panteloneta y sus botas machita entre 20 pintas de ropa regadas por una cama de de dos x dos y 44 pares de botas del mismo azul metálico que el suyo. Lo invito.
Después venía la primera dulzura del día: el desayuno, que por lo general, como buen batallón que éramos, se solucionaba con huevos revueltos, chocolate y arepa de mote, la cosa más deliciosa de este mundo, con mantequilla derretida encima. Por supuesto, a algunos de mis primos se les ocurría que ese espléndido bocado sabía mejor desmenuzado en el chocolate y revuelto con pan y que tenía nombre de gato: el migote. Por supuesto que el invento venía del patriarca de la primada: Leonardo David, que con los años para esconder la combinación siniestra de su nombre, se hizo llamar “David” a secas. Y después, para esconder su pasado civil se hizo llamar “Dj Zyco, Acid Comander”. Así que este “Comander”, decidió que todo el desayuno cabía en la taza del chocolate, cosa que emuló su hermanito menor, Miguel Ángel –que hasta la fecha se le conoce con el alias de “Chicho”, seudonómino del cual no tenemos la menor idea quien es su creador- Y este le añadió otro invento maravilloso: comerse el banano con mordisquitos por los lados, como un conejo. Genial, cuando estaba todo mordisqueado, babiado, lo dejaban encima de la mesa y con esa dulzura tan propia de los dos “Tía, ya terminé jjeje”. Pendejos los dos.
Pero bueno… Después del desayuno éramos hombres y mujeres libres. Nuestras diligentes madres y tías nos mandaban al campo para que no jodieramos y las dejaramos con los quehaceres habituales, pero sobre todo para practicar el deporte universal de las Valencia: tomar café con leche y hablar –tradúzcase, chismosear, cosa que todos los Valencia heredamos de forma feroz-. Ese exilio hacia los platanales, los cafetales, la hierba, el camino de piedras que después nos enteramos que lo habían construidos los conquistadores coloniales y que era más patrimonio que las murallas de Cartagena, nos volvió los niños más creativos del universo. Cada uno fue desarrollando sus habilidades especiales: Así Andrés, alias “No dejo insecto con cabeza”, exterminó con sus inquisiciones anuales toda una familia de cangrejos que vivían plácidamente desde antes del descubrimiento de América bajo las rocas de un placido riachuelo que pasaba por la finca. También nos hemos enterados que familiares de las luciérnagas que habitaban la zona están inscritas en Ley de Víctimas y entre sus testimonios más estremecedores han descrito la utilización de una arma de tortura que va en contra del Derecho internacional humanitario: La bolsa. Muchas de ellas no han podido regresar a una de solo escuchar los testimonios de lo que vivieron en las bolsas de Andrés Mauricio sus familiares. También acusaron a su madre de proveérselas sin misericordia. Ese asunto esta por resolverse prontamente. Rezamos por la recuperación de esas luciérnagas.
Las primas ya despuntaban con su incipiente vanidad y entonces decidimos organizar un reinado. Desfilaron todas y como buena reina, representaban la excelsa belleza de sus regiones. Así la Marín mayor era Mis Medellín, Adriana, Miss Itagúí y sucesivamente. El jurado que estaba compuesto solo por dos primos (Andrés estaba aniquilando cangrejos, Chicho apenas iba por la mitad del banano y el Comander no tenía tiempo para juegos de niños y seguía planeando su siguiente migote) Así que quedábamos los dos serios de la casa: Calofe y el que escribe estas líneas. En los concursos se tomaba en cuenta la belleza, la inteligencia y la capacidad de agradar al jurado (léase, galletas del algo, el arequipe del postre, cositas que a nadie le hacía daño) Con los años, la reina indiscutida, sin proveer un solo soborno a este jurado, fue la Marín. Sola, no había prima que le hiciera cosquillas. Hasta que llegó Miss Itagüí con una piscina inflable, una sensación total. Por supuesto, los honorables miembros del jurado dudamos, pero decidimos que la Marin tenía mucho para dar y le dimos la corona de nuevo. Por supuesto, nos tocó irnos a bañarnos con una triste manguerita, mientras las “reinas” chapuceaban en la piscina de olas que habían instalado en la mitad del planchón de la finca.
Eso fue, no necesitamos más. Jugamos a todo, conocimos el valor de la tierra viendo laborar al abuelo que salía con sus trapos de campesino a arar el campo, con su gorrito de bebé que le había robado a alguno de los nietos, con su machete enorme y respetable. Ahora que me siento a escribir esto, me doy cuenta del inmenso regalo que nos hizo el abuelo al comprar esa casa deshilachada y vieja, que el convirtió en un lugar inolvidable. Yo no se que recuerdo tengan del Fingo, yo tengo ese, de estar en ese lugar y saber que nunca podré ser tan feliz. Y tengo otro, más valioso aún: Muchos años después, muchos, mi padre se refugió allí después de que le estallaran todas sus ilusiones en la cara y lo dejaran moribundo. Era un hombre vencido, un león acabado, postrado, el hombre que más quise en la vida estaba arrodillado sobre su propia existencia, pero estuvo allí y la casa, sino fuera por la mano generosa de las tías, estaría condenada al olvido, entonces, de una forma milagrosa, revivió. Cuando lo volví a ver, una semana después, estaba alegre, contento, había renacido en él otra forma de vivir. Estoy seguro que todo eso que lo salvó fueron nuestras alegrías que dejamos en esa casa, las veces que nos reímos, las veces que jugamos, las veces que nos abrazamos, toda esa buena energía estaba ahí, dormida, hasta que vino alguien que la necesitaba a recogerla.
Hay una frase de una canción de Mercedes Sosa, “Uno vuelve siempre a los pequeños sitios donde amó la vida”. Yo estoy seguro que esa finca, esa pequeña pero enorme casa de Palmitas es el lugar que escogieron Fidel , el Negro y Norberto para pasar la eternidad. Será el lugar que escoja mi papá, estoy seguro. Yo que escribo que esto para decirle a todos, ahora que uno de nosotros nos ha dejado, que a pesar que el camino de regreso lo hemos olvidado y que no es necesario despeñarse por esa cumbre de rocas insufribles para volver, que la busquemos cuando podamos en los mejores recuerdos. Yo, a cada rato, tan lejos como me encuentro, cuando me acaricia el sol de un atardecer así sea el de California o el de una playa caribeña, irremediablemente me devuelve a ese instante preciso de la tarde, envueltos en una ruana, en que veía como se escondía el sol detrás de las montañas de Palmitas.
No olvidemos eso, para que no olvidemos que ese es el tesoro que nos dejan los que se van. Los Valencia no tenemos nada material, solo eso que nos dejó Palmitas. Ahora ya lo saben Valeria y Nicolás, que jugaron en el planchón y se bañaron con esa bendita agua helada….

domingo, 12 de junio de 2011

La película que pudo quedar en la historia y no pudo.




Se podría pensar que la reunión de J.J. Abrams, famoso por ser la cabeza detrás de Lost y Steven Spielberg, uno de los más renombrados directores de los últimos 30 años. Iban a entregar con Super 8 la mejor película de la temporada de verano. Y la verdad es que casi, por un pelito, casi lo logra.
Super 8 es la historia de cinco niños de un pueblo de Ohio que para divertirse se encuentran filmando una película, como pueden filmar una película unos niños de diez años, sobre zombies. He aquí el primer acierto de la película: Abrams dibuja sin forzar nada, el perfil de cada niño con una delicadeza y ternura que nos conecta de inmediato con ellos, haciendo recordar un poco a la entrañable pandilla de los Goonies o sin ir más lejos, a los descarrilados muchachos de Sleepers.
Y mientras los muchachos, donde se destaca la química entre Mark y elle, filman una secuencia en una casa abandonada, ocurre un desastroso accidente de tren. Segundo acierto de Abrams: el choque resulta estremecedor, violento, ruidoso y caótico y cuando se mezcla con el desconcierto de estos aspirantes a cineastas, es donde realmente empieza la película, ya estamos con los muchachos listos para iniciar la aventura, que venga lo que sea. Con ellos lo lograremos. Todo es magia en el cine.
Sin embargo, es aquí donde se pierde Abrams y no se encuentra con él mismo, con su capacidad de sorprender y mantener el suspenso como lo hizo magistralmente en Lost y tampoco puede hacerlo al estilo Spielberg, esconder la sorpresa hasta el final. Cuando nos tiene ahogados por la zozobra, decide contar lo que muchos han contado (Aunque vale la pena resaltar la escena de la estación de gasolina) en la misma secuencia de desapariciones que muchas han contado y si no fuera porque el público ya estableció una relación emocional con la pandilla, que nos pide confiar y seguir hacia adelante, ya nos habría perdido. Y es entonces cuando decide revelar el gran secreto, el misterio. Pero es muy tarde. Ese tren ya se descarriló hace rato.
Sin embargo, cuando pensamos que las cosas van a terminar bien, que un error se le perdona a cualquiera, como una buena película de acción y misterio, Abrams comete su segundo y más grave error: decide que todo ese buen misterio que ha sostenido en sus muchachos, se le vaya como si fuera arena entre las manos. Los conflictos emocionales que tan bien logró construir en hora y quince minutos, las relaciones entre los niños, la entrañable historia de amor preadolescente, todo eso tan bueno del comienzo todo se va en menos de diez minutos como si de repente no hubiera más presupuesto para filmar. Cuando vamos por el climax, pum, chao, se acaba la película, con sus lágrimas, con sus despedidas, con sus efectos sin alma, sin nada de resolución interior, ni mucho menos la acción necesaria que le haga justicia a la gran escena inicial del tren, cero persecusiones, lucha cuerpo a cuerpo, nada. Vacío.
Super 8 nos recuerda lo aliviador que es ver películas con jóvenes como Goonies, Stand By Me o la poco celebrada Jack. También que el misterio, el suspenso siempre serán un buen elemento, pero también, que para sorprender, maravillar, hace falta un poco más de paciencia, como la tuvo Spielberg en E.T. o Encuentros cercanos del tercer tipo.

lunes, 6 de junio de 2011

Marilyn, la hermosa niña de colección





Fotos Valeria Perasso

Eunice Murray decidió cobrar el cheque. Un par de días de antes le había llegado por correo un sobre con el cheque por 200 dólares con fecha del 4 de agosto de 1962 y firmado por su antigua patrona. Murray fue hasta el City National Bank de Bervely Hills para cobrarlo, pero allí le dijeron que no se lo podían pagar porque su patrona, Marilyn Monroe, había fallecido un día antes y las cuentas estaban congeladas.

“Por supuesto que ella sabía que Marilyn había muerto. Eunice fue quien la encontró muerta en su cuarto la madrugada del 5 de agostos y fue quien le avisó a la policía”, dice Greg Schreiner, con el cheque en la mano, que guarda como un tesoro en un marco de madera y un fondo verde. Y sí, allí está la firma de ella, llena de firuletes redondos, larga y prolija. Greg, rubio, delgado, sonríe como si la estuviera abrazando, como si en esa firma, en ese pedazo de papel viejo y curtido, estuviera ella, la inolvidable, la magnética, “la bomba sexual de pelo platinado”, como la describiría Truman Capote, Marilyn Monroe.

-Todo en ella era mágico- dice Greg.

Dice mientras comienza a escudriñar en sus objetos, en sus muñecas de Marilyn vestidas con cada uno de los atuendos que utilizó en su larga carrera de estrella, de diva, en sus diseños de arte debidamente enmarcados, en sus fotos donde sonríe, donde coquetea, donde besa a un perro, donde muere. Allí está, la plena y enorme figura de ese rostro mítico, que Greg, el fan número 1, ha contemplado con una pasión que solo puede caminar entre el amor y la obsesión y que lo ha llevado atesorar, desde hace un poco más de 25 años en el cuarto de su casa rosada y modesta de West Hollywood, una cantidad invaluables de cosas que pertenecieron o hacen referencia a Marilyn Monroe.

“Yo me enamoré de Marilyn desde muy pequeño, como a los ocho años”, recuerda. Y desde entonces le comenzó la pasión por acumular cosas sobre la diosa de Hollywood. “Mi pasión son los vestidos. Ella siempre fue muy consciente de la gran estrella que era y no le gustaba salir a calle con cualquier cosa”. Cierto. De un rincón de su casa saca con una ceremonia similar que el descubrimiento de un sarcófago egipcio, una caja que contiene uno de sus tesoros: el vestido que lució hacia el final de la película de 1953 “Los hombres las prefieren rubias”, plateado y con una estrella en la cintura.

“La mayoría de estos vestidos son imposibles de conseguir, pero yo acá tengo nueve, de películas, de eventos, de diario”, explica y revuelve un poco la caja para sacar otro, blanco, con el que se vistió en 1957 para la película “El príncipe y la corista”, junto a Laurence Olivier. “Para esa producción se hicieron cinco copias. Por eso tengo este, porque hay trajes que solo de confeccionan una vez y son los más escasos, como el del Happy Birthday”.

Ese vestido es su santo grial, el que utilizó Marilyn la noche del 29 de mayo de 1962, para la celebración del cumpleaños del Presidente John F. Kennedy en el Madison Square Garden de Nueva York. Con el que le cantó el célebre “Happy Birthday Mr. President”. Era un vestido ajustado –se dice que le quedaba tan apretado que no llevaba ropa interior- diseñado por Jean Lois y que contenía unos 2.500 brillantes. “No, es casi imposible tenerlo, lo subastaron la semana pasada por más de 2 millones de dólares, con mi sueldo de profesor de piano no me alcanza. Lo único que tengo es la foto original que le tomaron en el backstage del Garden esa noche”.

Empaca de nuevo los vestidos con una paciencia ceremonial y volvemos al desorden del cuarto. Su colección, que puede llegar a los 1.500 objetos entre muñecas, botellas de vino con el rostro de la rubia, documentos, vajillas, fotos, está sostenida en otra colección. Al fondo del salón, como si fuera un mueble más, un armario de madera guarda todos los documentos de la colección de Greg y a la vez, es uno de los testigos mudos de la misteriosa muerte de Marilyn, ocurrida en la madrugada del 5 de agosto de 1962.

“Ese es el mueble que estaba en su cuarto y es el mismo que aparece en aquella foto famosa cuando se descubrió que Marilyn había muerto en su casa de Brentwood. Tiempo después, el dueño de la casa que era Lee Strasberg –el reconocido profesor de actuación- decidió regalar todo y fue entonces cuando me llamaron para ofrecerme que si quería algo”. Greg, que con los años aprendió a mesurar su pasión, no lo dudo un instante. Fue hasta la casa y sacó como pudo el armario, una nevera y un sillón amarillo que Marilyn compró cuando fue a México.

“Le encantaba México. De hecho el armario también es de allá. Muchas veces dijo que le encantaría vivir en ese país. Tenía una relación muy especial y varias veces fue hasta allá para comprar muebles o pinturas o cosas por el estilo”, dice mientras acomoda los cojines en el mueble amarillo, viejo, donde seguramente alguna vez Marilyn Monroe se sentó, donde puso sus bellas posaderas de mujer increíble y conversó con Di Maggio, con Strasberg o simplemente se dejó llevar por el sopor de una tarde de verano y le hizo el amor a Arthur Miller o sin querer queriendo, a algún político desprevenido que decidiera hacerle la visita.

-Qué era lo que tenía Marilyn para que se le recuerde así-
-Ella era una combinación de sensualidad y ternura, que nadie más ha tenido. Era la mujer más sexy del mundo que a su vez parecía la más ingenua. Era una magia muy especial que la hacía aparecer en todas partes. No sé cómo describirlo- responde Greg.

En alguna parte de Música para Camaleones de Truman Capote, la señora Miss Collier se atreve hacerlo, describe a Marilyn: “Es como un colibrí. Solo la cámara puede congelar su poesía”.

Al volver al cuarto, sin quererlo, casi nos llevamos por encima a un perro que rengueaba en busca de su amo. No puedo evitar darme cuenta que es uno muy parecido a uno que abraza ella en una de sus fotos y no me queda otra que preguntarle sobre el origen del perro que a duras penas camina por su casa, no vaya a ser que estemos en presencia de un descendiente directo del mismo que está en la foto “A Marilyn le encantaban los perros. Era algo que le hacía sumamente feliz y bueno, para mi es otra forma de estar cerca a ella, pero no, aunque son de la misma raza –teckel- no son parientes”.

Entonces volvemos a la sala, porque ya va siendo hora de sus clases, pero en vez de ser una zona libre, donde pueda dar sus lecciones de piano lejos de la “otra” habitante de su casa, es un lugar que sigue habitado por la Monroe: libros de todos los títulos posibles, fotos, pinturas. Y según datos que le dieron recientemente varios subastadores que se babean por su colección, solo por un vestido, le pueden pagar 30 mil dólares.

- No pienso vender nada. Esta es mi jubilación. Recordar a Marilyn Monroe y estar con ella y sus recuerdos- concluye y mientras le doy la mano a Greg por la amabilidad de abrirme su casa, comienza a sonar Mrs Robinson en la casa de al lado.

martes, 22 de marzo de 2011

Mi Buenos Aires querido... cuando yo te vuelva a ver...


Por las calles de Buenos Aires hay letras de tango que puedes leer mientras bailas. Real. Pero parece un sueño. Las ciudades se hicieron para angustiarse, para subsistir, para hallar la forma de escapar, pero no Buenos Aires. Esta ciudad, la porteña, los ojos plateados que inspiraron a tantos, es una canción. Lo se bien, ahora que por unos instantes que no se cuánto durarán, debo dejarla.
Siempre tuve el sueño de pisar sus calles. Había mucho en los cables que llegaban del mundo exterior que me hacía añorar esta ciudad clásica y apasionada. Soy porteño de corazón, lo pensé muchas veces en las calles plomizas de Medellín. Me llegaban las imágenes de los clásicos del River Boca, las canciones de Calamaro y Los Fabulosos y solo podía añorar estar ahí. Ahora me voy, por ahora, eso sí. Ahora, como Gardel, le digo adiós a los muchachos. Por destino, tomo las maletas, empaco la camisa y la chompa, los botines y las remeras, y parto. Hacia el norte, donde las calles me parecerán otra cosa. Muchas cosas, menos a música. Me parecerá que no me voy a quedar, que no será amor a primera vista, que no habrá un río de tangos cubriéndome la espalda, sino un mar, lejano, arisco. Extrañaré resguardarme de las nostalgias en las aguas pacíficas del río de la Plata.
Buenos Aires son amigos. Son buenos vinos, descorchados sin misterios, conversaciones bajo el cielo abierto y limpio de Buenos Aires, de San Isidro, de Villa Urquiza, de Colegiales. Los panes de la previa, el chori de entrada, las risas de las mujeres felices, la honestidad de los hombres aplomados, las copas que danzan, el viento de primavera que se parece a verano, los abrazos repartidos en bienvenidas, la alegría del reencuentro. Esas cosas no turísticas que hacen más valiosas a esta ciudad, porque creo que es mucho más la fila para el bondi 8 en avenida que la fila para entrar al Tortoni. Recorrí tantas casas que no eran mías, pero que sin temor a equivocarme, terminaron por ser pequeñas sucursales temporales de mi hogar. Para conocer Buenos Aires, hay que vivir en ella. Hay que sufrir su metro congestionado, sus calles a punto de colapsar por los piqueteros, su desinteresada y fría tal vez forma de ayudarte, pero todo eso está perfectamente recompensando en la mañana, en la tarde, en una conversación en las veredas, en un partido de fútbol y remate de parrilla, en un atardecer espléndido mientras termina la faena del día. Buenos Aires no es turismo, es una ciudad, bella, caotica, pero sencilla, sin los complejos de otras urbes, sin los odios de otras metrópolis. Caminar por Laprida, por Santa Fe o Pueyrredón con un café en la mano es igual de emocionante que ver las cataratas del Iguazú, por decir algo. La verdadera magia de esta ciudad es su rutina, su contidiana forma de llevarse hacia adelante.
Y Buenos Aires es amor. Es iniciar una vida junto a alguien. Es que los rincones que uno guarda para siempre, las canciones que se entonaran en los aniversarios, los cuentos que les contaré a mis hijos pertenecen y provienen de esta ciudad. De esos edificios viejos, de sus habitantes que están medio inconformes, medio alegones, pero que en el fondo saben que en ningún lugar del mundo podrían estar mejor. Esa es la ciudad de mi refundación, como decía un viejo maestro, de mi rebautizo. He vuelto a nacer, si se quiere, inicio un nuevo camino. El impulso me lo han dado estos siete meses inolvidables en Buenos Aires. Así que queda pendiente el retorno, la parábola de la hablaba Nietzche que me hará volver, como la canción, como la melodía que flota por toda la ciudad, como la música que te hace enamorar para siempre de estas calles que besa la plata.