![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpJON5q0HKIcYVSJediLWhyPuokHK20_8D8KyfZzixK8xUSToHsH78RImlGs9ZYIwSGrpvWsNZpCYOESHeMbAHLt96r5CVjl27OgjCAiGOAYgEim5BMSA3D3k7MO31ZfhtTeej_Cj3pBU/s320/billclintonmedrio.jpg)
Ahora lo vi acostado al lado de un matorral de flores rojas en el Jardín Botánico. Antes lo había visto atravesar una cortina de agua en el Parque Bicentenario y muchas otras veces lo tirarse en piscina de pelotas con los niños en las escuelas populares del deporte que coordina el Inder. Es Alonso Salazar, el Alcalde de Medellín que en dos semanas se va para dejarle el cargo a Aníbal Gaviria, un tipo desabrochado, valiente y honesto que gobernó a una turbulenta ciudad sin perder la cabeza.
La foto la vi en un perfil en el que el periodista Gustavo Gómez se quedó corto en El Espectador. Una semana antes la revista Semana lo entrevistó y el Tiempo también sacó un informe bastante completo sobre su labor como Alcalde. Ni Char, el popular barranquillero tuvo tanta prensa al final de su mandato, ni Clara López que intentó salvar del desastre a Bogotá estuvieron en la mira de los principales medios nacionales, fue Salazar, un periodista convertido en político por necesidad que ahora comienza a recibir las cortas mieles de la victoria en una gestión que estuvo empañada por los criminales habituales y la envidia corrompida de los que se están convirtiendo en los perdedores de siempre. Y es que Alonso, desde que le pusieron la banda de alcalde, le tocó remar contra la corriente en especial con algo que venía con él mismo: no era Fajardo, su antecesor y ex jefe, que tenía a medio país deslumbrado con su carisma y con el cambio estético que le había dado a Medellín: todos hablaban de las maravillas de los Parques Biblioteca, de Explora, de los colegios, y él, con su pinta de actor francés, convencía a todos de que estábamos viviendo en el paraíso “Pasamos del miedo a la esperanza”, se leía hasta en las silletas.
Y Alonso recibió esa idea de Medellín sabiendo que eso no era tan cierto, que debajo del tapete de la estética rutilante se estaba cocinando una explosión social que en cualquier momento le estallaría en la cara. Sin embargo, con la certeza de estar haciendo las cosas bien y cómo eran, se trazó las metas de su gobierno y no claudicó un instante, por eso Medellín puede decir que es más justa, el gobierno de Alonso dedicó gran parte de su patrimonio monetario y político en trabajar en los sectores populares como se debe, no con limosnas populistas, sino con apoyo a los procesos de transformación. Medellín Solidaria debe ser un plan que no puede ser descontinuado. Construyó las viviendas que ni Fajardo, Gómez, Pérez, Flores y Ramos construyeron en sus mandatos y puso tres nuevos Parques Bibliotecas a funcionar, entregó un puente renovado, un megapuente a punto de entregarse, continúo el ideal de Compromiso Ciudadano de Medellín la Más Educada con una aplicación audaz, Jardines de Buen Comienzo que deben ser ejemplo en el país.
Pero entonces, cuando tenía todo esto para empezar ejecutar lo planeado, 2.000 asesinatos por el control del microtráfico lo pusieron contra las ruedas y este es para mí, el gran legado de Alonso Salazar para la historia de la ciudad: no se dejo amedrentar. Que lo tengan claro los habitantes de Medellín, el problema de la criminalidad en las comunas no lo arregla el alcalde en menos de seis meses, pero el gesto de Alonso de enfrentarse cara a cara con el Cebollero, con Valenciano, con Sebastián, denunciar y no amangualarse con los capos y lameperros fue un ejemplo de valentía que debería ser copiado por los políticos y funcionarios de turno que se venden por una cuatrimoto. Cada cinco meses Uribe venía y hacía un Consejo de Seguridad, y los crímenes se iban al cielo y Salazar, solo, después de que se desvanecía la polvareda que dejaba el presidente, porque la policía no podía hacerle caso en nada, tenía que ir a poner el pellejo y la cara en las comunas y decirle a los habitantes cagados del miedo que ahí estaba él, el Alcalde, que efectivamente, no estaban solos. Yo lo vi conversando con mucha gente, dando tranquilidad, abrazando señoras conmocionadas porque no podían ir al centro sin que lloviera bala del cielo, lo que no hizo ni Uribe, ni Pérez, y me perdona, ni Fajardo. Si algo no me queda duda es que Gaviria ganó las elecciones por esa valentía de Alonso, porque fue y le puso la cara a todos por allá, diciendo que tal vez no hay policía ni ejército que los defienda, pero Alcaldía sí.
Y cometió errores, muchos. Es casi imperdonable que en su mandato Metroplús no avanzara ni un centímetro y que se esté repitiendo la misma historia del metro. A pesar que Metroplús era un empeño de Uribe, Salazar tenía el deber regional de sacarlo adelante, pero no tuvo la misma osadía que para resolver los problemas de seguridad, además que si lo lograba iba a lograr lo que no ha pasado en ninguna ciudad del país: un verdadero sistema integrado de transporte.
Otro error, es que a pesar de no contar con el carisma de Fajardo, su dialogo debía ser con todos los estamentos de la ciudad. A un alcalde que se estaba batiendo en los pantanos belicosos de las comunas era más fácil que los dueños de la ciudad le hicieran más caso con el tema de la responsabilidad social. Medellín, para ser justa, necesita un dialogo real entre todos sus estamentos y tal vez como nunca Alonso era el tipo adecuado para que los ricos no se gastaran sus recursos en folletos y libros educativos y lo invirtieran en programas de emprendimiento social que tanto se necesitan en Medellín.
Pero seguramente su legado servirá para su absolución. Yo personalmente me declaro Alfonsista, que cree que los cambios sociales se hacen en la calle, con la convicción de la educación, la salud y la vivienda digna como ejes del cambio, con la valentía de efrentar con honestidad a los violentos y que por encima de todo, a la gente nunca se la deja sola, y mucho más cuando los criminales han declarado una condena de muerte a la ciudad que tanto se quiere. Ahora se irá por la puerta grande, ojalá le den gracias, porque durante sus cuatro años no dejó caer la ciudad y la construyó con mucha dignidad.